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lunes, 30 de noviembre de 2009

Primera boda gay en Latinoamérica

ELPAIS.com > Sociedad
El próximo martes día 1 de diciembre Alex Freyre, de 39 años, y José María Di Bello, de 41, tienen hora en el Registro Civil de Buenos Aires para contraer matrimonio. Un juez de lo Contencioso Administrativo admitió su recurso, la alcaldía de la ciudad no presentó ninguna reclamación, las asociaciones católicas, que ponen el grito en el cielo, no están en plazo para presentar un nuevo pleito y Alex y José María están a punto de convertirse en el primer matrimonio homosexual de Argentina y de todo América Latina. Sentados en la terraza del único hotel gay de la capital, en el barrio mas histórico de la ciudad, San Telmo, no ocultan su sorpresa ni su alegría. Los dos son militantes de la Federación Argentina de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Transexuales (FALGBT) y todavía temen que, en el último minuto, alguien encuentre la triquiñuela legal para retrasar la ceremonia.

Freyre y Di Bello consideran que la Constitución argentina no habla en ningún lugar del matrimonio como un acto que solo pueden realizar un hombre y una mujer y acudieron al Registro a presentar su solicitud, como ya habían hecho otras cuatro parejas de lesbianas y gays en los últimos meses. La diferencia es que en esta ocasión, tras la habitual negativa, los dos novios no recurrieron ante la justicia civil, donde las cosas van muy lentas, sino ante un Tribunal de lo Contencioso Administrativo de la ciudad. Y ahí, una jueza, Gabriela Seijas, dictó el pasado 13 de noviembre una sentencia inesperada: el Registro Civil estaba obligado a celebrar la unión de los dos hombres.

La segunda sorpresa llegó cuando el intendente de la ciudad, Mauricio Macri, dirigente de un partido, PRO, considerado de derechas y liberal, decidió agotar el plazo sin presentar recurso contra esa sentencia. Para cuando la poderosa Iglesia Católica se dio cuenta, los plazos ya habían pasado. El Cardenal Beroglio hizo público un comunicado afirmando que la sentencia de Seijas era "absolutamente ilegal" y que el gobierno porteño "faltó gravemente a su deber" y una asociación de abogados católicos se lanzó a estudiar posibles vericuetos legales. Pero los días van pasando y la cita sigue en pie.

Freyre y Di Bello admiten que el camino habitual habría sido que se aprobara primero una ley que dejara clara la interpretación de la Constitución. "Un grupo de diputados presentó una proposición de ley, pero las discusiones en el Congreso están completamente estancadas". Muchos diputados del partido mayoritario apoyan la iniciativa pero el Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner mantiene una actitud ambigua. "La sentencia de la jueza del Contencioso ayudará a precipitar las cosas", confía Alex. "No es la primera vez que en Argentina el poder judicial marca la agenda al Legislativo". "Además, la Corte Suprema esta estudiando el caso que presentaron en su día dos lesbianas y estamos muy confiados en que su sentencia sea favorable", asegura.

¿Por qué creen que Macri no recurrió la sentencia? "Porque ha visto las encuestas que se han hecho en Buenos Aires y sabe que la mayoría cree que tenemos derecho a casarnos y que no basta con el Registro de Parejas que se puso en marcha en 2003. Así de simple", explica José María. Si el matrimonio de Alex y José María consigue llevarse a cabo, nadie duda de que caerán sobre los tribunales de lo Contencioso de todo el país centenares de nuevos recursos. "Yo calculo que hay preparados ya unos 500", se alegra José María.

"Queremos casarnos porque nos queremos y llevamos juntos desde 2005, pero también sabemos que esto ya no es solo una cuestión nuestra y de nuestras familias, que nos apoyan, sino que es un golpe contra la homofobia que existe en toda América Latina", mantiene Alex. Si los abogados católicos no encuentran la forma de pararlo, el matrimonio de Alex y Jose María será una auténtica fiesta en Buenos Aires, con decenas y decenas de personajes de la política y las artes queriendo firmar como testigos de primer enlace homosexual del continente. "Queremos dejar constancia de nuestro agradecimiento a España, que abrió el camino. Esperamos a Pedro Zerolo para que sea también nuestro testigo". Alex y José María, que llevan el lazo rojo de la lucha contra el sida y que son portadores de VIH, bromean sobre la filípica sobre valores que les ha dedicado la Iglesia Católica argentina: "Deberían hacer como mi padre, que es conservador y quiere que me case".

Pareja argentina tendrá primera boda gay legal

Los argentinos Álex Freyre y José María Di Bello cumplieron el requisito legal de someterse a un análisis clínico pre-nupcial para contraer matrimonio mañana (coincidiendo con el Día Mundial del Sida), cuando se convertirán en la primera pareja homosexual que se casa por lo civil en Latinoamérica.

La pareja, que el mes pasado fue autorizada por la justicia a casarse, acudió al estatal Hospital Muñiz de Buenos Aires, donde se les examinó y extrajo sangre para su análisis, como marcan las leyes locales como paso previo al matrimonio.
Los novios eligieron hacerse los estudios ‘pre-nupciales’ en el Hospital Muñiz porque es el lugar donde reciben tratamiento contra el virus VIH que ambos tienen.

La pareja prepara su boda gracias a que la jueza Gabriela Seijas le dio la razón y declaró ‘inconstitucional’ el impedimento legal de que personas del mismo sexo puedan contraer matrimonio, fallo que quedó firme el mes pasado porque no fue apelado por el alcalde de Buenos Aires, Mauricio Macri. La decisión de Macri, líder del conservador partido Propuesta Republicana, desató duras críticas de la Iglesia y grupos católicos que acusaron al alcalde de incumplir su obligación de defender las leyes y de sentar con ello un mal ejemplo para el resto de los países latinoamericanos.

El arzobispo de Buenos Aires, Jorge Bergoglio, se reunió con Macri para reprocharle por no haber apelado la sentencia, que la Iglesia considera a la vez ilegal e inmoral.

domingo, 29 de noviembre de 2009

Radiografía de los grupos que presionaron al Congreso y a la Justicia contra el matrimonio gay

Esa bonita gente

POR BRUNO BIMBI

Mauricio Macri “faltó gravemente a su deber de gobernante y custodio de la ley”, dijo el cardenal Jorge Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires, al reprocharle al jefe de Gobierno porteño no haber apelado el fallo judicial que habilitó la celebración del primer matrimonio gay de la Argentina, que se concretará el martes próximo.

No fue la única voz en contra, hubo otras.

"EL COLEGIO". “Más críticas por el casamiento gay: el Colegio de Abogados de la Ciudad expresó que el fallo está viciado de nulidad absoluta”, tituló La Nación el pasado 19 de noviembre, diez días después del fallo de la jueza Seijas que habilitó el casamiento de Álex Freyre y José María Di Bello. Era la segunda declaración que publicaba la entidad, que ya se había manifestado durante el debate en el Congreso, señalando que “es inadmisible la equiparación entre una institución como el matrimonio que, según la naturaleza y la ley positiva, está ordenada a transmitir la vida, educar a los hijos y buscar la plenitud personal de quienes la contraen, con una asociación carente de toda trascendencia positiva social y personal, que sólo constituye una manera de satisfacer tendencias individuales”. Algunos lectores dejaron comentarios manifestando su sorpresa: “Es paradójico que el Colegio de Abogados esté en contra de la igualdad ante la ley”, expresaba Diego. Pero faltaba un dato para entender la noticia.

La ley 23.187 establece que para ejercer la profesión de abogado en la ciudad de Buenos Aires es necesario “hallarse inscrito en la matrícula que llevará el Colegio Público de Abogados de la Capital Federal”. En abril del año pasado, 13.855 abogados porteños votaron en las elecciones de esa entidad, en las que Jorge Rizzo fue elegido presidente por 7.296 votos contra los 6.592 que obtuvo Daniel Sabsay, el segundo más votado. Votó cerca de un 25% del padrón, integrado por unos 57 mil abogados matriculados. Ése no es el colegio que milita contra el matrimonio gay.

A diferencia del Colegio Público, que es una entidad representativa del conjunto de los abogados de la ciudad, que eligen a sus autoridades por elecciones, en las que pueden votar todos los profesionales matriculados, el Colegio de Abogados de la Ciudad de Buenos Aires, cuyo nombre puede confundir al lector desprevenido, es una entidad minoritaria, de afiliación voluntaria, con una clara tendencia ideológica de derecha, que cuenta actualmente con apenas 1.155 socios activos, entre ellos José Claudio Escribano, ex directivo del único diario que publica todas sus declaraciones. Su actual presidente es Enrique del Carril, quien firmó los textos contra el matrimonio gay. Entre sus socios honorarios se encuentran José Alfredo Martínez de Hoz (h), quien también integra la comisión directiva, Eugenio Aramburu (h) y Roberto Durrieu, que ocupó la presidencia antes de Del Carril. Durrieu fue subsecretario de Justicia durante la dictadura del general Jorge Rafael Videla. “El Colegio” también cuenta entre sus socios a los abogados defensores de Alfredo Astiz, Juan María Alberg Cobo, y de Miguel Etchecolatz, Luis Boffi Carri Pérez y Adolfo Casabal Elía. La lista podría ampliarse en la misma dirección.

Además de luchar contra los derechos de los homosexuales, “el Colegio” realiza periódicas declaraciones contra la despenalización del aborto, pero su especialidad es defender a los militares acusados de violaciones a los derechos humanos.

“Este Colegio de Abogados alerta a la población sobre un modo de actuar, propiciado por funcionarios del Gobierno y periodistas que pertenecieron a las organizaciones terroristas en la década del setenta, signado por el propósito de venganza al cual se lo disfraza como una falsa búsqueda de justicia removiendo odios que la sociedad desea superar”, decía la declaración firmada por Del Carril en nombre de la entidad, tras el pedido de captura ordenado por la Justicia contra “un destacado socio de nuestro Colegio, el Dr. Eduardo Aguirre Obarrio”, en marzo del año pasado. Obarrio fue ministro de Defensa de Lanusse y es considerado uno de los responsables de la Masacre de Trelew, que consistió en el asesinato de 19 presos políticos durante esa dictadura.

LOS ABOGADOS CATÓLICOS. Otra de las entidades que milita activamente contra el matrimonio gay es la Corporación de Abogados Católicos, presidida por Eduardo A. Bieule. El encargado de manifestar la posición de la entidad en las audiencias de Diputados fue su vicepresidente, Eduardo Sambrizzi, también socio del “Colegio”. Además, el grupo presentó un recurso judicial pidiendo la nulidad del fallo de Seijas y sostuvo en un comunicado que “la negativa a que dos personas del mismo sexo contraigan matrimonio no constituye un acto discriminatorio”.

Lo más interesante de la declaración de “la Corporación” es que afirma que “ningún legislador ni juez puede modificar el hecho de que el matrimonio debe ser celebrado entre personas de distinto sexo”. Es decir, niega la facultad de dos poderes del Estado que, según la Constitución, se encargan respectivamente de dictar las leyes y controlar su constitucionalidad.

Además de presidir “la Corporación”, Bieule es uno de los fundadores de Abogados por la Justicia y la Concordia, una entidad que participa de las marchas de Cecilia Pando. En un texto que lleva su firma, ese grupo sostiene que los militares detenidos por torturas, asesinatos y robo de bebés son “presos políticos”.

CENSUREN A FERRARI. Otro de los pedidos judiciales para anular la sentencia de Seijas e impedir el matrimonio de Freyre y Di Bello fue presentado por el abogado Pedro Andereggen. El letrado había saltado a la fama en 2004 cuando, junto a tres colegas, presentó un recurso en nombre de la agrupación Cristo Sacerdote pidiendo la clausura de una muestra del artista plástico León Ferrari en el Centro Cultural Recoleta. En su escrito, Andereggen decía que las obras de Ferrari “causan una herida a los sentimientos religiosos de los creyentes”. La censura contra el artista fue promovida conjuntamente por el grupo patrocinado por Andereggen y la Agrupación Custodia, que repartía volantes que decían: “Los derechos de los hombres no pueden pisotear los derechos de Dios”.

Los “custodios” también tuvieron activa militancia contra el matrimonio gay y concurrieron semanas atrás a las audiencias en la Cámara de Diputados. Esta vez, sus volantes decían: “No a las uniones de putos”. El grupo está liderado por los hermanos Jorge y Marcelo Gristelli, vinculados con el cura castrense Antonio Baseotto y dueños de la librería Santiago Apóstol –donde vendían libros de “conversaciones con Mussolini” y obras de autores destacados como Miguel Etchecolatz y Mohamed Alí Seineldín–, y cuenta entre sus filas al carapintada Emilio Nanni, el del parche en el ojo. Su odio antigay lo llevó, años atrás, a acudir con un grupo de choque armado a la Marcha del Orgullo, provocando violentos incidentes de los que el autor de esta nota fue testigo.

Jorge Gristelli, uno de los líderes de custodia, firmó la convocatoria a un acto contra la obra de Ferrari junto a Antonio Caponnetto, director de la revista Cabildo. Esa publicación dedicó su última portada a los homosexuales, pero suele ocuparse también de los judíos, afirma que “el antisemitismo es un invento”, que las Madres de Plaza de Mayo son un grupo terrorista, cuestiona la validez del Juicio de Núremberg y publica loas al ex dictador español Francisco Franco.

Y MÁS. Las exposiciones en la Cámara de Diputados incluyeron, entre otros, al psicólogo Diego Sauan, vinculado con el Ministerio Restauración, una organización pseudocientífica que dice que “cura” la homosexualidad y forma parte de Exodus, la secta internacional que ya llevó a muchos homosexuales al suicidio.

Junto a todos los nombrados, hubo otros destacados panelistas y algunos lectores de La Nación que colaboraron con sus cartas contra el matrimonio gay, a razón de una por día. Entre las últimas, no podía faltar la firma de Cecilia Pando.

Michetti dice que Macri "se equivocó" con el matrimonio gay

Jaime Rosemberg
LA NACION

"Ay, voy a parecer Shakira, de gira por el país", bromeó Gabriela Michetti a modo de respuesta diplomática para dos dirigentes de Mendoza y San Luis que se disputaban su visita en un futuro cercano.

En el vestíbulo del hotel Savoy, donde ayer se desarrolló el encuentro de referentes nacionales de Pro, la ex vicejefa de gobierno porteño se muestra con energía renovada luego de semanas de viajes y descanso obligado por razones de salud. "Los que tenemos fe contamos con una fuerza extra para seguir adelante", se confiesa ante LA NACION. Tan distendida se muestra que critica con naturalidad incluso a su jefe político, Mauricio Macri.

¿Sobre qué? Nada menos que el matrimonio gay, autorizado por el jefe de gobierno porteño, en una decisión que provocó malestar en su admirado jefe del Episcopado, Jorge Bergoglio. "¿Si se equivocó Macri? No estaba en el país, pero yo no lo habría autorizado. El matrimonio homosexual y el heterosexual no son lo mismo, y las posiciones de Mauricio y Bergoglio son incompatibles", se diferencia.

En cambio, se alinea con el proyecto de unión civil que el macrismo presentó anteayer en el Congreso para aplacar el enojo de la Iglesia. A diferencia de Macri, su relación con Bergoglio sigue siendo la mejor: esta semana volverán a reunirse para hablar de éste y otros asuntos.

Como final oficial de su ostracismo político luego de las elecciones del 28 de junio, Michetti habla con entusiasmo de sus planes como diputada nacional, cargo que asumirá el próximo jueves, y le apunta al gobierno nacional: "Dejó en claro en estos días que va a intentar hacernos la vida imposible, y va a destruir en lugar de construir".

Pero, claro, lo que más sorprende es su crítica a Macri. Para ella es natural: "Nuestra relación no tiene posibilidad de ser mala: él es como un tío de mi hijo y yo soy la tía de sus hijos. La confianza me permite decirle lo que pienso", monologa mientras termina su café.

Promedia la mañana y el "por supuesto, querido" de Michetti se repite ante cada uno de los interminables requerimientos de dirigentes del interior, ansiosos por su foto junto a la ganadora de las últimas elecciones en la Capital.

De nuevo en la charla, Michetti usa las palabras de su jefe político para defenderse de las críticas por el mal manejo del escándalo de las escuchas ilegales. "Se subestimó el nivel de conflicto que [Jorge] Palacios podía traer consigo. Iba a impactar y no lo supimos ver", aunque cerca de ella afirman que no le gustó ni le gusta nada la dimensión política que tomó el asunto, con la detención de Palacios y del espía Ciro James incluida. Su desagrado es conocido (y criticado) por el sector macrista que se le opone, con el jefe de Gabinete porteño, Horacio Rodríguez Larreta, y el legislador peronista Cristian Ritondo a la cabeza.

Sin dudar, Michetti apoya el anunciado relanzamiento del gobierno porteño: "Nos permitirá parar la pelota y decirle a la sociedad lo que hicimos bien y mal".

De todos modos, defiende a Guillermo Montenegro y a Mariano Narodowski, los ministros de su confianza más cuestionados. "El gordo es mi amigo, y Narodowski está para pensar la educación a nivel nacional", asegura.

Ya sueña con su labor en las comisiones de la Cámara baja vinculadas con lo social y con el Mercosur, y cree que antes de profundizar los vínculos con Felipe Solá y Francisco de Narváez, Pro debería "priorizar la construcción propia" en 2010.

¿Y el futuro? "Claro que tengo ambiciones, pero no actúo midiendo el efecto de lo que hago", se ataja. Critica la "tontería de la oposición, que se pelea en lugar de construir". Pero está claro que la pelea por la sucesión de Macri, con Rodríguez Larreta como principal rival, está lanzada.

lunes, 23 de noviembre de 2009

HOMBRE GAY

HOMBRE GAY

Al perderte yo a tí, tú y yo hemos perdido, yo porque perdí lo que más amaba, y tú porque perdiste a quien más te amaba. Pero de nosotros dos, tú pierdes más que yo porque yo podré amar a otro como a tí te amaba, pero nadie te amará como yo lo hacía. No dejes nunca a quien te ama, por aquel que te gusta, porque ese que te gusta, te dejará por quien ama.

domingo, 22 de noviembre de 2009

RELATO : EL MEJOR AMIGO DE MI PADRE...

Ciertamente un día de verano que descansaba de un año muy difícil en la universidad, tenía 20 años, sonó el teléfono, era el mejor amigo de mi padre (hasta ese momento) que por encargo de él me solicitaba si le podía ayudar a arreglar unos papeles en la oficina. Como era verano fui con pantalones cortos (bermudas) cuando llegué un tipo que iba saliendo me dijo está en la última oficina , toqué a la puerta y desde adentro escuché una voz que decía pase, allí recostado en un sofá estaba el amigo de mi padre que la verdad yo no le veía desde niño, era estupendo, tendría unos 45 años, atlético, 1.80 de estatura y unos 75 kilos.Mirándome dijo: hola hijo qué grande estás, ya eres todo un hombre y me miró a los ojos, me puse un poco nervioso ya que me miraba de pie a cabeza par detenerse en mi bragueta, se dio cuenta de mi nerviosismo y tomándome del hombro me dijo relájate; No muerdo," bueno si no quieren" y soltándome, voy a cambiarme de ropa porque en archivo hay mucho polvo, y se quitó los pantalones y para mi sorpresa andaba sin slip y sin ningún pudor mostró su verga, yo me espanté y quise irme inmediatamente, él reacciona tomando mi mano y se la lleva hasta su verga que ya estaba semi erecta, entonces me dice quítate los pantalones y trató de bajármelos, yo le hice un lado tratando de impedirlo entonces él me aprieta contra su cuerpo y me dice ¡nunca pensé que estabas tan apetecible!Me da un tremendo beso, se lo respondí, la verdad es que me estaba gustando y a la vez calentando estar entre esos brazos tan cálidos. Él se separa de mí y termina de sacarse la camisa, tenía tantos pelos en el pecho que parecía un verdadero oso, al verlo así desnudo frente a mí, la erección se me hizo más notoria bajo el pantalón, entonces él me agarra mi verga por encima y me dijo: ¿ si quiere sacarse la ropa mi nene? Suavemente me quitó la camisa mientras me besaba, luego abrió mi bragueta y mi pantalón cayó al suelo, mordisqueó mi verga por encima del slip hasta que me los sacó y viendo mi tremenda erección dijo ¡¡¡qué grande y gorda que la tienes! La tienes igual que y se quedó callado, ¿igual que quién? pregunté, olvídalo me dijo, es un pensamiento en voz alta, y se metió toda mi herramienta en la boca que mide 21, la suya medía unos 15 y no tan gruesa como la mía, me la chupaba mientras se pajeaba.Al cabo de un rato se detuvo y me dijo acuéstate en la alfombra boca arriba y mojando con su saliva su ano y mi verga se sentó sobre ella lentamente hasta que se la tragó completamente y comenzó él sube y baja haciéndome gemir de placer mientras él se masturbaba muy rápido dando gemidos que me hacían gozar más, finalmente no aguanté más y me vine dentro del soltando toda mi leche en sus entrañas dando gritos que él calló dándome un beso mientras sentía algo caliente correr por mi pecho, era su semen que acababa de derramar. De pronto se levantó del piso y miró su reloj y me dijo ándate al baño a lavarte y te vistes que tu padre no tarda en llegar, me dirigí al baño y justo que yo entro escucho la voz de mi padre que le dice a Marcos (así se llama él) ¡cómo se te ocurre estar así!, no ves que mi hijo ya debe estar por llegar, entonces él le trata de decir que ya estoy ahí, y trato de escuchar pero como no lograba oír lo que decían decidí entreabrir la puerta del baño para ver que estaba pasando, cual fue mi sorpresa, Marcos estaba de rodillas chupándole la verga a mi padre solamente en slip, le dijo para que mi hijo puede llegar, él le dice no te preocupes que avisó que no podía venir porque estaba con un compañero de la universidad que lo estaba visitando y va a venir mañana.Marcos se levantó y trató de darle un beso pero mi papá lo esquivó diciéndole, me encanta que me lo mames pero besos solamente para mi mujer, entonces por esta vez dame por el culo, ya hemos hablado de eso, solamente dejaré que me la mames, tú sabes que todos los demás privilegios son de mi esposa, me sentí contento que mi padre dijera eso, en parte respetaba un poco a mi madre. Finalmente siguió con su tarea de chupárselo a mi padre y juntos acabaron. Sobre su cara lo hizo mi padre, la verdad me calentó mucho verle la verga a mi padre lanzándole su leche en el rostro de su amigo y ahí comprendí por qué me había dicho anteriormente Marcos que mi verga era igual "que la de mi padre ", cosa que pude comprobar con mis propios ojos.Mi padre se subió los pantalones y le dijo me voy porque me dieron ganas de hacerle el amor a mi mujer, entonces Marcos le dice espérate quiero que me dejes unos archivos de clientes que necesito urgente para mañana, bueno le dijo él me adelanto mientras tú te vistes. Salgo de baño y él me dice, vete inmediatamente para tu casa para que tu padre no sospeche nada y dándome un beso y agarrón por el culo me despide diciéndome que al otro día me explicaría todo sobre su relación con mi padre.Ya estando en casa me sentí aliviado ya que mi madre no estaba y podría mentir sobre la visita de mi amigo, cosa que mi padre preguntó para confirmar lo que Marcos le había dicho. Como comprenderán fui a la mañana siguiente y él me explicó que hacía unos 3 años, que mi padre lo había sorprendido en la oficina mamándole la verga a un joven empleado y que le propuso que se la mamara a él para saber qué se sentía ya que siempre se lo proponía a mi madre y nunca aceptó y por eso que de vez en cuando lo hacen.Para qué les cuento cómo lo pasamos aquel día, me invitó a un motel después de terminar de ordenar los archivos, lo hicimos en todas las posiciones que se nos ocurrieron. Desde ese día mantuvimos relaciones por un tiempo ya que mis estudios no coincidían con su trabajo, además que mi padre estaba sospechando un poco porque me llamaba muy seguido a casa.

Para la Iglesia, el matrimonio gay busca "la destrucción de la familia"

El arzobispo de La Plata, Héctor Aguer, advirtió que al permitir el matrimonio entre dos personas del mismo sexo "se busca la destrucción de la familia" a partir de "un fallo judicial deforme"


También calificó como "una solución deforme" la decisión de declarar inconstitucional el impedimento al matrimonio gay y consideró como "un desafortunado pronunciamiento" las palabras del jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri, al justificar su decisión de no vetar el fallo.

Aguer llamó a "salvaguardar la realidad natural e institucional del matrimonio" al pronunciarse en contra del fallo emitido por la jueza porteña Gabriela Seijas, que considera inconstitucionales dos artículos del Código Civil que le cerraban la puerta al matrimonio gay.

El purpurado opinó que la jueza "ha presentado esa solución jurídica deforme como un triunfo sobre la discriminación".

Aguer sostuvo que "ahora queda claro que la unión civil que ya se había aprobado en la Ciudad de Buenos Aires para personas del mismo sexo era sólo un primer escalón en este avance con el que se quiere llegar a la completa adulteración del orden familiar".

"Digámoslo abiertamente lo que se está buscando es la destrucción de la familia", añadió al respecto, mientras advirtió que "se pretende alterar la realidad del matrimonio y la familia en función de una ideología".

En su programa televisivo, el arzobispo platense contrarrestó el argumento que señala que hay discriminación contra los homosexuales al no permitirle el matrimonio, ya que calificó al mismo como "una institución natural".

"Aquí no hay una cuestión de discriminación. Nadie discrimina a nadie. Aquí lo que hay que salvaguardar es la realidad natural e institucional del matrimonio como fuente de la familia, sin la cual no puede haber una sociedad digna del hombre", enfatizó en ese sentido.

Aguer también se sumó a las críticas a las palabras de Macri sostenidas por el cardenal Jorge Bergoglio, después que el jefe de Gobierno, al avalar el matrimonio gay, sostuviera que esa posición se basa en "salvaguardar el derecho de cada persona a elegir libremente con quién formar pareja y ser feliz".

El arzobispo de La Plata consideró que en la posición de Macri "hay una cuestión política de primer orden" y avaló la calificación de "desubicado pronunciamiento" que mantuvo Bergoglio sobre los dichos del jefe de Gobierno.

"¿Quién le impide a nadie elegir a quien se le ocurra para formar pareja y ser feliz con ella? Pero que a eso se llame matrimonio es otra cosa", le contesto Aguer a Macri.

Aguer remarcó que en medio de la discusión originada "lo que está en juego aquí es la realidad natural del matrimonio, la institución del matrimonio y, por tanto también, la familia, que es una pieza clave en la organización de la sociedad".


Fuente: NA

jueves, 19 de noviembre de 2009

miércoles, 18 de noviembre de 2009

Orgullo y Prejuicio - Notas sobre los acontecimientos públicos (y personales) que se dieron en los últimos días


de Nico Sorrivas
Estoy delante de la computadora. Con la hoja del Word abierta y blanca. Sin saber cómo comenzar esta nota. Sin saber qué palabras utilizar para no herir sentimientos ajenos pero, sobre todas las cosas, para poder expresar sinceramente cómo me siento hoy. Apenas doy algunos teclazos y la hoja comienza a llenarse con palabras, con mis palabras.

Ayer por la mañana, ocupando un lugar en la extensa fila del Pago Fácil de la vuelta de mi casa, tuve la oportunidad de ver, en vivo y en directo, por Crónica TV, como Alejandro Freyre y su actual pareja, José María Di Bello, se acercaban a un registro civil pidiendo una fecha para legalizar su matrimonio. Luego del fallo de la Justicia de la Ciudad de Buenos Aires este parecía el paso más oportuno. Enseguida, dos señores se miraron con complicidad y expresaron en voz alta: “Esto ya es cualquiera”. Mi cabeza estalló en una profunda rabia. Estábamos presenciando un momento clave para la historia jurídica de la Ciudad y ellos, impunes, clavaban sus alfileres sobre la pompa de jabón que había sobre mi cabeza. Ayer por la mañana, ocupando un lugar en la extensa fila del Pago Fácil de la vuelta de mi casa, tuve muchísimas ganas de expresarme… pero me quedé callado.

Hoy por la noche, sentado cómodamente frente a mi computadora, me encontré ante una situación similar. Pero ya no puedo callarme. Ya no.

Entro a Facebook. Tengo una nueva solicitud de amistad: un viejo amigo de la infancia, al que no veo hace tiempo, con el que compartí más de diez años de juegos y aventuras pero con el que, llegado el momento de crecer, tomamos caminos diferentes, muy diferentes. Primero espío sus fotos, algunas poses, varias sonrisas cómplices. Entonces, me detengo en su muro, en una nota publicada por él, aparentemente tan inocente como la que estoy escribiendo. El título de la nota rezaba: "Declaración sobre el fallo que autoriza el matrimonio entre personas de un mismo sexo". Inocente, me atreví a la lectura del artículo cuya firma pertenecía, nada más y nada menos que, al cardenal Jorge Bergoglio. A esta altura sabrán cuál es el camino que yo NO tomé.

Tras la lectura, ya no sentía rabia sino dolor y cada una de las imágenes de mi infancia se incendiaron lenta y penosamente como las fotos sobre el fuego en las películas. “Afirmar la heterosexualidad del matrimonio no es discriminar, sino partir de una nota objetiva que es su presupuesto”. Tras la lectura, por primera vez desde mi salida del armario sentí orgullo (no como sinónimo de soberbia, sino antónimo de vergüenza) de ser quien soy.

En su intricada búsqueda por la verdad a través de la palabra, el cardenal acudía a su basta Wikipedia, para conocer el origen del término matrimonio. Así, los romanos le narraban que la palabra “matrimonium” se vinculaba al derecho de toda mujer a tener hijos reconocidos expresamente en el seno de la legalidad. Nada más y nada menos. Los mismos romanos que pagaban sus “salarios” con verdadera sal.

Vale la pena aclarar que, bajo la restrictiva nota, había un liberal comentario (gracias a Dios, Internet es la reina de la diversidad) que ojalá nadie elimine: “Las instituciones jurídicas no son esclavas de las palabras que las designan, o la historia detendría su curso en las páginas de un viejo diccionario”. Gracias a Dios, o al Hombre, al Destino, o a quien/que sea, los tiempos cambian. ¡Los tiempos cambian!

Si pudiéramos detenernos, tan solo por un minuto, y mirar a nuestro alrededor veríamos como todo se ha modificado: vivimos a las corridas tratando de no atropellarnos los unos con los otros, nos hipercomunicamos a través de aparatos cada vez más pequeños, utilizamos la Web para expresarnos cuando tenemos a nuestro alcance una marcha para hacerlo (adonde hay gente como nosotros, con nuestros mismos miedos, con nuestros mismos deseos).

Sin embargo, cuando el día termina y llegamos a nuestro hogar, lo único que nos interesa es desprendernos de nuestros zapatos (o zapatillas) y arrojarnos sobre un sillón a ver televisión. En paz. Algunos afortunados hasta lo pueden hacer al lado de la persona a la que aman, con la que están pensando construir un futuro (en tiempos donde el presente ha forjado su propio monopolio). Ellxs (sin ningún tipo de distinción) se hacen llamar FAMILIA. Y no hay poder en el mundo que pueda contra ese AMOR NATURAL.

Orgullo y prejuicio han convivido desde mucho tiempo antes de la publicación de la novela de Jane Austen. Sin embargo, hoy, ambas palabras, parecen tomar significados bien diferentes (y eso es lo bello de las letras). Orgullo significa valor para ser uno mismo, enfrentarse a los molinos de viento aunque te crean demente, dar una muestra de amor y concretar ese amor delante de amigos y familiares que lo vieron forjarse. Prejuicio es intolerancia, es dolor, es miedo, es aquel recuerdo que busca esconderse en lo más profundo de la conciencia porque el disfraz que hoy llevamos parece quedarnos mejor.

Hoy, por primera vez, sentí verdadero orgullo gay. Y quise expresarlo en esta nota.

Seamos tolerantes.

Por cierto, "tolerae" también viene del latín y significa sostener, soportar. Acaso no es aquello que un joven carpintero hizo por la humanidad cuando llevó cuesta arriba una cruz sobre sus hombros.

Si es tan difícil modificar aquello que pensamos será, seguramente, un poco más difícil tolerar aquello que los otros piensan. Difícil, en ningún diccionario, es sinónimo de imposible.

Ty Colt, MenMagazine & FalconStudio



martes, 17 de noviembre de 2009

Marcha del Orgullo y la Diversidad Córdoba 09

A pesar de todos los pronósticos climáticos, la sequía generalizada y la termostática política, este sábado pasado nuestra Córdoba de las campanas amaneció con un arco iris radiante. Es así que la “Marcha del Orgullo y la Diversidad” se realizó con una convocatoria multitudinaria que contó con la presencia de miles de personas por el centro de la ciudad. Entre batucadas, fiesta, color, glamour, purpurina y plumas marchamos desde parque las Heras hasta la plaza de la Intendencia más de cuatro cuadras de extensión.
El acento local fue puesto en la diversidad de sexualidad y de géneros, ampliando la convocatoria a lo que es una temática exclusivamente gay. Celebramos la diversidad concreta y el orgullo particular de personas de carne y hueso: personas de distintas orientaciones sexuales e identidades de género como transgéneros , travestis, transexuales, gays, lesbianas, bisexuales,intersex, héteros y Queers se dieron cita en lo que fue una fiesta cultural y colorida y por igual un acontecimiento político y social. Junto a la proclama general “iguales derechos e iguales oportunidades para todxs” nos expresamos por la aprobación de la ley de identidad de género integral, la anulación de los códigos de faltas y contravencionales, el derecho al matrimonio civil y la adopción de hijxs así también por los derechos humanos de personas trans (como el derecho al nombre y al acceso al sistema público de educación y salud).
Más allá del show mediático, periodístico y estético, la marcha fue la culminación de la semana de la diversidad y el orgullo que contó con un ciclo de cine y actividades culturales (la oveja multicolor), jornadas sobre diversidad y represión policial (por la anulación del código de faltas), un taller DragQueen (Bruno Viera y Juan Burgos), un taller sobre seguridad LGTBI y otro sobre Intersexualidad (a cargo de Mulabi: Mauro Cabral y Natasha Jiménez), una charla sobre política pública para la diversidad (Partido Socialista), y el festival por la diversidad de cierre en plaza de la intendencia (que contó con la actuación de Los Cocineros, Circo Da Vinci, DJ Pao Ribotta, Merkuria Blair y Lanuafevi, DJ Rodri Ullua, Jenny Mackena).

Marchamos desafiantes y orgullosxs de nuestras convicciones irrumpiendo en el cemento de una ciudad indiferente, que creemos se contagia con nuestra visiblidad saliendo a las calles, ocupando espacios paso a paso. El ejemplo de Teresita Gonzalez es alentador en este mismo sentido, ella explicó: “Soy Teresita, la mamá de estas dos nenas: Julieta de once y Antonela de siete. Y mirá veníamos de pasear, de visitar a la abuela, y vimos esto. No sabía realmente que estaba, y nos paramos para que mis hijas aprendan que hay otras formas de vida y sobre todo enseñarles que no se tiene que discriminar…”
Apostamos al crecimiento plural y heterogéneo para el año próximo donde esperamos se multiplique la convocatoria.
DESARROLLO DE LA MARCHA

Encuentros por la Diversidad Córdoba
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domingo, 15 de noviembre de 2009

Este lunes a las 11.30 hs., Alex Freyre y José María Di Bello se presentarán para pedir turno para casarse


Este lunes a las 11.30 hs., Alex Freyre y José María Di Bello se presentarán en el Registro Civil de la calle Berutti 3325, Ciudad de Buenos Aires, para solicitar formalmente el turno para casarse, luego de que la jueza Gabriela Seijas aceptó un recurso de amparo presentado por la Federación Argentina LGBt, declarando la inconstitucionalidad de los artículos 172 y 188 del Código Civil y ordenando al Registro Civil de la ciudad que celebre el matrimonio de la pareja.

Dado que el jefe de Gobierno de la Ciudad, Mauricio Macri, decidió no apelar el fallo, por lo que queda firme sin más trámite, el Registro les concederá el turno y podrán casarse en la fecha que se les otorgue mañana.

FALLO DE LA JUEZA Gabriela Seijas , titular del Juzgado de Instrucción Nº15 en lo Contencioso Administrativo de la Ciudad de Buenos Aires, que dicto sentencia que lleva su firma, fechada 10 de noviembre de 2009, en la que dicta resolución por el amparo presentado por Alex Freyre y José María Di Bello, una pareja gay que reclamó en tribunales su derecho a casarse.

Es una decisión histórica para la Argentina y para América Latina, que reconoce el derecho de las parejas formadas por personas del mismo sexo a contraer matrimonio, declarando la inconstitucionalidad de los artículos 172 y 188 del Código Civil, tal como lo solicitamos desde el primer amparo presentado por María Rachid y Claudia Castro, al que le siguieron los amparos de Alejandro Vannelli y Ernesto Larrese, y de Martín Scioli y Oscar Marvich, en el marco de la campaña nacional de la Federación Argentina de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Trans.

Como activista de la Federación y coautor, junto a los doctores Gustavo López y Florencia Krávetz, del texto del primer amparo (que ya está en la Corte Suprema), texto que luego fue enriqueciéndose en los amparos posteriores, estoy orgulloso de que hayamos conquistado este primer fallo favorable, que no sólo permitirá que Alex y José María se puedan casar, sino que abrirá definitivamente la puerta de la igualdad, que más temprano que tarde llegará a la Argentina.

Este fallo de la jueza Seijas es realmente ejemplar. Les recomiendo leerlo con atención ya que, más allá de la parte resolutiva, es una clase magistral sobre derechos humanos. Un fallo no sólo correcto, sino además muy bien fundamentado, lleno de citas y referencias muy ilustrativas y técnicamente impecable. Estoy seguro de que pronto llegará el fallo de la Corte y la decisión del Congreso, más allá de las presiones y dificultades que retrasan estas decisiones. No sé cuál de las dos cosas llegará primero, pero estoy seguro de que la conquista de la igualdad es inevitable y que, como tiempo atrás cayeron otras barreras contra la libertad y la dignidad de otros sectores sociales, esta también va a caer.

Abrazos y buena lectura,

Bruno Bimbi

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Ciudad de Buenos Aires, 10 de noviembre de 2009.
Y VISTOS;
CONSIDERANDO:
I. Que debido al amor y la admiración mutua que se profesan, y luego de cuatro años de vivir en pareja, los actores decidieron contraer matrimonio. Relatan que se conocieron en Mar del Plata, en marzo de 2005, en el marco de un encuentro en que actuaron como coordinadores. El 22 de abril de 2009 se presentaron ante el Registro Nacional de Estado Civil y Capacidad de las Personas de la calle Uriburu 1022, a fin de pedir una fecha para casarse. El Registro denegó su petición debido a que había un impedimento, ambos son hombres. Entonces, Alejandro Freyre y José María Di Bello, con el patrocinio de la doctora Lorena Gutiérrez Villar, promovieron acción de amparo contra el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires con el objeto de que se ordene a las autoridades correspondientes que se les permita contraer matrimonio y que se declare la inconstitucionalidad de los artículos 172, 188 y concordantes del Código Civil. Alegaron que ni en la Constitución Nacional, ni en los tratados internacionales, ni en la legislación vigente existe una definición de familia limitada a la unión entre un hombre y una mujer (v. fs. 10). Destacaron que sólo pueden alegarse como motivos de oposición los establecidos en la ley, y que en el artículo 176 no se establece como impedimento que un hombre pueda contraer matrimonio con otro hombre (v. fs. 14). Indicaron que la única norma del ordenamiento positivo nacional que exige en forma manifiesta la diversidad de sexo de los contrayentes es el artículo 188 del Código Civil en cuanto establece que “[e]n el acto de celebración del matrimonio, el oficial público leerá a los futuros esposos los artículos 198, 199, y 200 de este Código, recibiendo de cada uno de ellos, uno después del otro, la declaración de que quieren respectivamente tomarse por marido y mujer...”. En síntesis, solicitaron que se declare la inconstitucionalidad de toda norma que les prohíba contraer matrimonio. Fundaron su pretensión en derecho, doctrina y jurisprudencia, ofrecieron prueba e hicieron reserva del caso federal.
II. Que, a fs. 31/43 vta., el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires contestó la demanda. Sostuvo que la acción de amparo no era la vía apropiada, por cuanto no era el medio judicial más idóneo para dilucidar la cuestión. Señaló que los actores no identificaron cuáles eran las concretas conductas u omisiones manifiestamente arbitrarias o ilegítimas del Gobierno supuestamente lesivas de sus derechos constitucionales. Indicó que se limitaron a describir normativa legal, constitucional e internacional, sin expresar cuáles son, en la especie, las que se hallarían incumplidas o violadas por el Gobierno. En su criterio, la demanda resulta genérica, imprecisa y “no ajustada a la realidad” (v. fs. 33vta.). Manifestó que debido a su alta complejidad, el tema traído a juicio requiere mayor amplitud de debate y prueba, y que la presentación de los actores carece de sustrato probatorio. Sostuvo que la denegatoria a otorgar un turno para contraer matrimonio se basa en la imposibilidad jurídica generada por las normas que regulan el instituto. Justificó la actuación de las autoridades del Registro afirmando que “el cumplimiento de una obligación legal por parte de la autoridad administrativa, no puede constituir como ilícito ningún acto (doctrina del art. 1071 del Código Civil)” (v. fs. 33vta.). En consecuencia, aseveró: “La pretensión amparista parece desconocer que para emitir un acto administrativo de cognición que constate o certifique un matrimonio entre personas del mismo sexo es menester que, previamente, la Administración decida la inaplicación de normas legales: los art. 172 y 188 del Código Civil (Ley 340 modificado por Ley 23.515)” (v. fs. 34vta.). Al respecto, afirmó que la Administración local carece de competencia para ejercer funciones judiciales —a fin de declarar la inconstitucionalidad de ambos artículos—, y que tampoco puede decidir sobre materias que, atento lo prescripto por el artículo 75, inciso 12, de la Constitución Nacional, son de competencia exclusiva del Estado Nacional. Indicó que si el Gobierno hubiera otorgado el turno solicitado, la falta de uno de los elementos formales —la diversidad de sexos— habría concluido en la inexistencia del matrimonio. En su criterio, resulta notorio que la acción interpuesta procura utilizar al Poder Judicial para interferir en las potestades conferidas al Congreso Nacional y que la decisión de modificar el Código Civil es privativa y exclusiva del Poder Legislativo. De lo contrario, dijo, se afectaría el principio de división de poderes. Indicó que la pretensión de los actores se dirige a que el Poder Judicial fiscalice la oportunidad, merito y conveniencia de una decisión adoptada por el Congreso, en el marco de su competencia constitucional. Informó que la oficial pública a cargo del Registro Civil de la calle Uriburu ofreció a los actores la alternativa de la unión civil (ley 1.004), régimen jurídico que les permitiría concretar la aspiración de formar una familia (v. fs. 38). Señaló que para fundamentar la inconstitucionalidad de las normas cuestionadas es preciso que se acredite con veracidad comprobada el derecho o garantía constitucional cercenado. En su criterio, los actores no demostraron que las normas cuestionadas ocasionen lesión o daño a alguna garantía constitucional. Manifestó que no existe discriminación alguna, puesto que los actores no han acreditado hallarse en la misma situación fáctica y jurídica que el resto de las personas que han decidido contraer matrimonio conforme a la legislación vigente. En su criterio, el principio de igualdad no requiere tratar a todos los individuos de igual manera, sino sólo a los iguales. Agregó que la igualdad garantizada por la Constitución es la igualdad ante la ley, por lo que la diversidad de circunstancias justifica los diversos tratamientos legales. En su criterio, la discriminación alegada por los actores no resiste el menor análisis (v. fs. 41). Acusó a la parte actora de “deformar” la regulación normativa prevista en los pactos internacionales, porque si bien el Pacto de Derechos Civiles y Políticos garantiza la eliminación de todo tipo de discriminación y el derecho de hombres y mujeres a contraer matrimonio y formar una familia, esto no implica facultar a personas del mismo sexo a hacerlo (v. fs. 38/38vta.). Concluyó que el planteo de inconstitucionalidad debía ser rechazado atento a que los actores no probaron que las disposiciones del Código Civil (por ellos impugnadas( afectasen el derecho a la igualdad o fueran discriminatorias.
III. Que teniendo en cuenta las afirmaciones de la demandada, parece menester recordar que el artículo 75, inciso 12, de la Constitución Nacional diferencia la atribución de dictar normas de derecho común y de derecho federal —a cargo del Congreso Nacional— de la atribución jurisdiccional para resolver conflictos sobre la primera de esas materias, a cargo de los estados locales. En concordancia con los artículos 5º, 116, 122 y 129 de la Constitución Nacional, las provincias y la Ciudad de Buenos Aires se reservan la aplicación de la ley común por sus respectivos tribunales locales. El artículo 116 de la Constitución Nacional no es más que un explícito refuerzo de la mencionada directriz, esencial de la forma federal que la Argentina adoptó para su gobierno, desde el momento en que la competencia de la Corte Suprema y los demás tribunales inferiores de la Nación se extiende al conocimiento y decisión de todas las causas que versen sobre puntos regidos por las leyes nacionales, “con la reserva hecha en el inciso 12 del artículo 75”. Tal reserva fue introducida por la Convención de 1860, con el deliberado propósito de impedir que las provincias carecieran de jurisdicción en las materias a que dicha norma hace referencia. Luego de la reforma de 1994, la Ciudad de Buenos Aires goza de las mismas facultades jurisdiccionales inherentes al concepto jurídico de autonomía. En ese sentido, la Constitución de la Ciudad de Buenos Aires dispone en su artículo 106 asignar a su Poder Judicial “el conocimiento y decisión de todas las causas que versen sobre puntos regidos por esta Constitución, por los convenios que celebre la Ciudad, por los códigos de fondo y por las leyes y normas nacionales y locales...”. Según la ley 189 “se considerarán autoridades administrativas de la Ciudad de Buenos Aires la administración pública centralizada, desconcentrada y descentralizada, los órganos legislativo y judicial de la Ciudad de Buenos Aires en ejercicio de la función administrativa y los entes públicos no estatales o privados en cuanto ejercen potestades públicas otorgadas por las leyes de la Ciudad” (art. 1º); y “Son causas contencioso administrativas a los efectos de este Código, todas aquellas en que una autoridad administrativa, legitimada para estar en juicio, sea parte, cualquiera que sea su fundamentación u origen, tanto en el ámbito del derecho público como del derecho privado. La competencia contencioso administrativa es de orden público” (art. 2º). Recientemente el Superior Tribunal de la Ciudad, en voto de Ana María Conde, Luis Francisco Lozano y José Osvaldo Casás, en una sentencia referida al juzgamiento de delitos creados con posterioridad a la ley 24.588 (desarmado y venta de autopartes) recordó “la regla general según la cual asisten a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, como propias, todas las facultades no delegadas a la Nación en el texto de la Constitución Nacional ni retenidas o conservadas por el gobierno federal”. Añadió que si bien pudo sostenerse en alguna oportunidad que los poderes del gobierno central habían sido delegados por las provincias por ser éstas históricamente preexistentes a la organización nacional, tal criterio puramente cronológico no se ve convalidado por el hecho cierto de que existen nueve (9) estados provinciales que adquirieron dicho estatus después de suscripto el Pacto Constitucional originario. Con ello, abandonado el criterio puramente cronológico, debe concluirse que las provincias y la Ciudad de Buenos Aires se encuentran en situación de igualdad, con equivalente representación en la instancia federal del Senado (ver voto en disidencia de Zaffaroni, en Fallos: 330:5279) y con la única restricción que puede derivarse, para la Ciudad de Buenos Aires, de ser asiento de los poderes federales. Luego, de modo contundente, han afirmado que “desde una concepción de Estado basada en el principio de soberanía popular y en la forma republicana de gobierno, los estados locales delegantes no concurren a esa delegación con poderes reconocidos como propios en sentido estricto, sino como resultantes de un aporte de los individuos a quienes representan. Desde esta perspectiva, no caben dudas acerca de que el ‘pueblo’ —cuya soberanía constituye uno de los principios fundamentales de la CN y base de los poderes que ejercen las autoridades que establece— es tanto el que reside en las Provincias, como el que lo hace en la Ciudad de Buenos Aires. Negar facultades propias de los estados locales a esta Ciudad importa negar la igualdad entre pares; esa igualdad que exige reconocer iguales gobiernos para personas iguales y con idénticos derechos a los de sus vecinos” (“Ministerio Público —Fiscalía ante la Cámara con competencia en lo Penal, Contravencional y de Faltas 1— s/ queja por recurso de inconstitucionalidad denegado en: Incidente de incompetencia en autos ‘NN s/ inf. art. 00 —presunta comisión de un delito—’”. Exp. 6397/09, del 27/08/09). Tratándose en el caso de una acción de amparo interpuesta para cuestionar una decisión del Registro Civil de la Ciudad, de acuerdo al marco constitucional y legal detallado, resulta indudable la competencia del tribunal para resolver en el sub examine.
IV. Que respecto a la procedencia de la vía, si bien la acción de amparo no está destinada a reemplazar los medios ordinarios para la solución de controversias, su exclusión por la existencia de otros recursos no puede fundarse en una apreciación meramente ritual e insuficiente, ya que la institución tiene por objeto una efectiva protección de derechos más que una ordenación o resguardo de competencias (Fallos: 320:1339, 2711; 321:2823; 330:5201, entre otros). En el caso, la defensa de la demandada vinculada con la improcedencia de la vía escogida no ha sido debidamente sustentada. Entonces, la acción de amparo resulta admisible atento a que su empleo no reduce las posibilidades de defensa de las partes en cuanto a la extensión de la discusión y de la prueba (Fallos: 320:1339 y 315:2386). Nótese que el Gobierno se limitó a proponer sólo un oficio al Registro Civil, el que fue ordenado y contestado, según las constancias del expediente (fs. 62 y 69). En conclusión, los argumentos de orden fáctico y procesal esgrimidos no tienen entidad suficiente para dilatar el control de constitucionalidad que constituye la primera y principal misión de los tribunales (confr. arg. de Fallos: 318:1154; 323:2256).
V. Que una interpretación que llevara al extremo la no justiciabilidad de las decisiones del Congreso, por un lado anularía el diálogo de poderes que la propia Constitución sustenta, mediante el cual cada uno de ellos encuentra, en su interrelación con los otros, la fuente de sus propios límites y una buena orientación general en las políticas de Estado, y por otro lado, podría producir el desamparo de los ciudadanos que pertenecen a minorías, al quedar sujetos a lo que decidieran mayorías circunstanciales (Fallos: 330:3160, voto de Lorenzetti, Fayt y Argibay). Los ejemplos de errores históricos en que la mayoría ha decidido son evidentes y bastan para refutar la supuesta intromisión en la división de poderes. A tal efecto alcanza con reflexionar sobre la legislación que, presumiendo de su carácter “universal”, negó durante décadas el derecho a voto de las mujeres en nuestro país. La Corte Suprema ha subrayado el grave defecto de interpretación en que incurren los tribunales cuando en sus decisiones no otorgan trascendencia alguna a una condición de base para la sociedad democrática, cual es la coexistencia social pacífica. La preservación de ésta asegura el amparo de las valoraciones, creencias y estándares éticos compartidos por conjuntos de personas, aun minoritarios, cuya protección interesa a la comunidad para su convivencia armónica. La renuncia a dicha función traería aparejado el gravísimo riesgo de que sólo aquellas valoraciones y creencias de las que participa la mayoría de la sociedad encontraría resguardo, y al mismo tiempo, determinaría el desconocimiento de otros no menos legítimos intereses sostenidos por los restantes miembros de la comunidad, circunstancia ésta que sin lugar a dudas constituiría una seria amenaza al sistema democrático que la Nación ha adoptado (arts. 1 y 33, CN) (confr. Fallos: 329:5266).
VI. Que, sentado lo expuesto y frente a las posiciones enfrentadas de las partes acerca de si la denegación ocasiona o no un agravio constitucional, cabe examinar si la restricción al derecho a contraer matrimonio protegido por la legislación nacional y los pactos internacionales reconocidos por el artículo 75, inciso 22, de la Ley Suprema, a la luz de una hermenéutica constitucional de los textos normativos en juego, resulta legítima. La medida estatal impugnada impide a los actores disfrutar de los derechos de que son titulares las parejas que acceden al matrimonio. Por ejemplo, ventajas tributarias a la pareja —y a sus miembros considerados individualmente—, derechos de herencia y pensiones, privilegios testimoniales, beneficios en políticas migratorias, capacidad de decidir por otro en situaciones de imposibilidad, entre muchas otras. Tales ventajas no resultan intrascendentes para quienes asumen como pareja un compromiso sexual, emocional y financiero con miras de estabilidad. Por otro lado, las ventajas mencionadas pueden parecer poco significativas comparadas con la trascendencia pública que conlleva el matrimonio, la celebración del compromiso asumido y el respeto moral por la decisión de cada uno, incluso si los otros emplean un esquema ético distinto en sus propias vidas. En otras palabras, la solución del caso requiere dilucidar si la prohibición legal que impide a los actores contraer matrimonio —y por ende acceder a las ventajas mencionadas— resulta discriminatoria.
VII. Que la igualdad que garantiza el artículo 16 de la Constitución, tal como lo interpreta el representante del GCBA, no importa otra cosa que la prohibición de que se establezcan exenciones o privilegios que excluyan a uno de lo que se concede a otro en iguales circunstancias. Su formulación resumida suele expresarse en el adagio: “igualdad entre iguales”. Así entendido, este derecho estaría emancipado del principio de no discriminación, al dejar que el Estado determine la noción de igualdad que será fuente de derechos. Es decir, bajo el amparo de aquel principio se puede justificar la discriminación por origen racial, nacionalidad, por orientación o identidad sexual. La garantía así entendida no resultó un obstáculo en el caso “Lanteri de Renshaw” (Fallos 154:289), resuelto en 1929, para avalar la legislación nacional electoral que no preveía el voto de las mujeres. En el caso se hizo referencia a las diferencias “naturales” entre hombres y mujeres que justificaban el trato diferencial. Así, el texto constitucional que funda el derecho a la igualdad se mantuvo inalterable antes y después del voto femenino, en épocas en que la ley establecía diferentes categorías de hijos, e incluso durante la larga historia del matrimonio que organizaba la subordinación legal de las mujeres a los hombres. Afirmó Petracchi que “es tarea de historiadores y sociólogos elucidar por qué un texto como el art. 16 de la Constitución Nacional (Todos los habitantes son iguales ante la ley…) pudo coexistir durante largo tiempo con otras normas de inferior jerarquía que hoy parecen claramente discriminatorias contra la mujer. Así por ejemplo, el delito penal de adulterio era distinto según lo cometiera la esposa o el marido; se consideró que la mujer casada tenía incapacidad de hecho relativa; la esposa no podía ejercer el comercio si no contaba con autorización del marido o estaba separada de bienes; en el área del derecho público no se les reconocía a las mujeres el derecho a votar, etc. Las normas infraconstitucionales fueron cambiando y adecuándose progresivamente a los requerimientos igualitarios. El proceso adelantó con lentitud, porque eran fuertes las resistencias que presentaba una estructura social en la que florecía y medraba una impronta decididamente patriarcal”. Y agregó que “la garantía de la igualdad no es una fórmula rígida e inmutable; tampoco es definible. Si pretendiéramos definirla, sólo podríamos ofrecer un retrato borroso de las convenciones sociales y las creencias vigentes en una época determinada”. En una clara definición Petracchi reconoció que “las desigualdades entre los seres humanos no son sólo jurídicas y económicas; también son sexuales” (Fallos 323:2659).
VIII. Que, sentado lo expuesto, puede afirmarse que el derecho a la igualdad supone previamente el derecho a ser quien se es, y la garantía de que el Estado sólo intervendrá para proteger esa existencia y para contradecir cualquier fuerza que intente cercenarla o regularla severamente. No se es igual en la medida de la ley sino ante ella, la ley no debe discriminar entre las diferencias de un habitante y otro, sino que debe tratar a cada uno con igual respeto en función de sus singularidades, sin necesidad de entenderlas o regularlas (ver, Eduardo Á. Russo, Derechos Humanos y Garantías, Eudeba, Buenos Aires, 2001; y, “Identidad y diferencia [reflexiones en torno a la libertad y la igualdad]”, en la Revista Jurídica Universidad Interamericana de Puerto Rico, volumen XXXVIII, sep. - dic. 2003, 1, págs. 127 a 135). Sobre el particular la Sala II de la Cámara del fuero ha afirmado que: “El reconocimiento jurídico de la diversidad es un silencioso primer paso de protección en dirección hacia una tarea más profunda y de otro orden, cual es el trabajo de construir un pensamiento de la diferencia. ‘Hay algo en el mundo que fuerza a pensar. Ese algo es el objeto de un encuentro fundamental, y no de un reconocimiento.’ (Gilles Deleuze, Diferencia y Repetición, Amorrortu ed., 2002, pág. 215). Al derecho moderno le compete solamente favorecer el espacio de afectación y encuentro” (v. “Busacca Ricardo O. c/ GCBA s/ amparo”, del 17/11/03, voto de M. Daniele y Eduardo Á. Russo). No en vano el preámbulo de la Constitución de la Ciudad reconoce la identidad en la pluralidad, lo que sólo parece alcanzable potenciando las diferencias. La instauración definitiva del ideal democrático y republicano que plasmaron los constituyentes de 1853 y profundizaron los de 1994, convoca —como señaló el Tribunal Superior en uno de los votos concurrentes de la causa "Portillo" (Fallos: 312:496)— a la unidad nacional, en libertad, pero no a la uniformidad u homogeneidad. El sentido de la igualdad democrática y liberal es el "derecho a ser diferente", que no puede confundirse nunca con la "igualación", que es un ideal totalitario y por ello es, precisamente, la negación más completa del anterior, pues carece de todo sentido hablar del derecho a un trato igualitario si previamente se nos forzó a todos a ser iguales. El artículo 19 de la Constitución Nacional, en combinación con el resto de las garantías y los derechos reconocidos, no permite dudar del cuidado que los constituyentes pusieron en no obligar a los ciudadanos a una uniformidad que no condice con la filosofía política liberal que orienta a nuestra Norma Fundamental. El reconocimiento de la identidad en la pluralidad no puede partir de estructuras ahistóricas, requiere auspiciar los diversos proyectos de vida dentro de una estructura social mucho más compleja. En este sentido, cuando en el año 1996 la convención constituyente de la Ciudad de Buenos Aires trató el contenido del derecho a la igualdad, el Dr. Zaffaroni manifestó que: “Una constitución, como cualquier código, es un texto orgánico, como una construcción que se realiza en torno de alguna viga maestra. Con este texto que votaremos por unanimidad las mujeres y los hombres de cuatro partidos políticos, que fuimos elegidos por el pueblo de Buenos Aires, sentaremos el principio general –la viga maestra– en torno del cual comenzaremos a dar forma a la Constitución. Para decirlo más brevemente, estimo que dentro de unos minutos, en sentido material, la ciudad de Buenos Aires comenzará a tener una constitución. (…) No va a faltar quien quiera minimizar esta cláusula; no va a faltar quien se encoja de hombros y diga: ‘Después de todo, es el viejo principio de igualdad, que viene desde la Revolución Francesa. ¿Qué novedad nos traen los constituyentes de la ciudad de Buenos Aires?’ Es verdad que se trata de un viejo principio del racionalismo iluminista en su vertiente revolucionaria, pero también lo es que no vinimos aquí para consagrarlo trayendo el gorro frigio y cantando la Marsellesa. Lo consagramos en una fórmula, en una versión enteramente acorde con nuestra temporalidad, con nuestra contemporaneidad, con nuestra cotidianidad. Lo consagramos de acuerdo con nuestra experiencia y nuestra vivencia. (…) Es el mismo principio, pero formulado a partir de que esa igualdad presupone la diferencia. (…) Por reformularlo desde esta temporalidad y hacer una cláusula igualitaria y antidiscriminatoria tan amplia también se nos va a criticar. Se nos va a decir: para qué una enunciación tan amplia si después de todo es enunciativa. Sí, ya sabemos que es enunciativa. La imaginación discriminatoria desgraciadamente no tiene fin. Por eso era necesario hacer una enunciación amplia. (…) Se nos va a decir: por qué mencionar la orientación sexual. ¿Cómo no mencionarla en un mundo donde hay demasiados que sueñan con reimplantar el triángulo rosa y en una ciudad donde todavía tenemos funcionarios policiales que actúan como si el triángulo rosa existiese entre nosotros?”. Luego, el pueblo de la Ciudad de Buenos Aires se dio una Constitución en cuyo artículo 11 se establece que: “Todas las personas tienen idéntica dignidad y son iguales ante la ley. Se reconoce y garantiza el derecho a ser diferente, no admitiéndose discriminaciones que tiendan a la segregación por razones o con pretexto de raza, etnia, género, orientación sexual, edad, religión, ideología, opinión, nacionalidad, caracteres físicos, condición psicofísica, social, económica o cualquier circunstancia que implique distinción, exclusión, restricción o menoscabo. La Ciudad promueve la remoción de los obstáculos de cualquier orden que, limitando de hecho la igualdad y la libertad, impidan el pleno desarrollo de la persona y la efectiva participación en la vida política, económica o social de la comunidad”.
IX. Que, entonces, la Constitución local “reconoce y garantiza el derecho a ser diferente”, no admitiendo discriminaciones que tiendan a la segregación por razones o por pretexto de “orientación sexual” (art. 11). Así, a fin de facilitar la impugnación de distinciones ilegítimas realizadas por el legislador, el constituyente de la Ciudad ha establecido una lista de clasificaciones sospechosas de ocultar motivos de distinción incompatibles con el principio de no discriminación. A falta de demostración suficiente por parte del Estado, la presunción de ilegitimidad queda confirmada y la norma portadora del criterio de distinción no supera el examen de constitucionalidad. Esta contradicción directa con el texto constitucional lleva a considerar a la categoría como sospechosa de discriminación (Fallos: 314:1531, votos de Petracchi y Fayt; y Fallos: 329:5266) y, por lo tanto, hace pesar sobre dichas normas una presunción de inconstitucionalidad. Aun cuando alguna “discriminación” o “distinción” sobre la base de la “orientación sexual” fuera en teoría aceptable y consiguiera indulgencia, los estándares aplicables —a los fines de su eventual justificación— deben ser extremadamente exigentes. Así, si la exclusión en el goce del derecho está fundada en tal categoría, es posible partir de una presunción o sospecha de ilegitimidad que tendrá por efecto la necesidad de probar que aquélla sirve a un importante objetivo gubernamental y que los medios discriminatorios empleados están relacionados sustancialmente con el logro de aquéllos objetivos. Al respecto Fayt afirmó: “Que existen categorías o grupos sociales respecto de los cuales no resulta apropiada la presunción general en favor de la constitucionalidad de las leyes y de los actos administrativos, cuando ellos los afectan en sus libertades básicas. Este es el sentido esencial que se le debe otorgar a lo que se ha dado en llamar el ‘derecho de las minorías’, consagrado expresamente en constituciones modernas y que se induce de diversas disposiciones de la nuestra, como los arts. 16 y 19. (…) Una diferente inteligencia de la cuestión tratada, que propugnase el sometimiento de grupos minoritarios a los designios de la mayoría en pos de un alegado objetivo comunitario, es doctrina de peligrosas consecuencias. Si su aplicación trasciende los límites del campo político, es susceptible de desembocar, como lo ha demostrado nuestra historia más reciente, en el ultraje inexorable de los derechos más esenciales del hombre. De dicha historia es posible formular, por otra parte, un fructífero proceso inductivo, del cual se desprende como enseñanza que la aceptación de las diferentes concepciones es decir de un amplio pluralismo de ideas resulta condición de posibilidad aquí y ahora para la concreta vigencia del plan trazado por los constituyentes” (Fallos: 314:1531). A partir de tales premisas, el juicio de razonabilidad de la norma (arts. 14 y 28 de la CN), debe realizarse a la luz de un escrutinio estricto, evaluación que implica una inversión en la carga de la prueba, de modo tal que es la parte que defiende la constitucionalidad de la norma la que debe realizar “una cuidadosa prueba sobre los fines que había intentado resguardar y sobre los medios que había utilizado a tal efecto. En cuanto a los primeros, deben ser sustanciales y no bastará que sean meramente convenientes. En cuanto a los segundos, será insuficiente una genérica ‘adecuación’ a los fines, sino que deberá juzgarse si los promueven efectivamente y, además, si no existen otras alternativas menos restrictivas para los derechos en juego que las impuestas por la regulación cuestionada” (Fallos: 327:5118 y 329:2986). Tal como sostuvo el juez Maier en sus votos en las causas, “Salgado, Graciela B. c/ GCBA”, del 21 de noviembre de 2001 y “Asociación por los Derechos Civiles (ADC) c/ GCBA”, del 31 de marzo de 2005, el Estado debe probar que el empleo de la clasificación sospechosa es estrictamente necesario para el cumplimiento de un fin legítimo. No basta —afirmó— con señalar la licitud del fin a alcanzar, sino que el Estado debe justificar por qué era necesario acudir a una distinción fundada en una clasificación sospechosa para cumplir esos fines. En los votos mencionados, subrayó que el cambio del paradigma constitucional implica también una modificación en la forma misma de concebir la discriminación. Mientras que en el pasado se recalcaba el componente subjetivo dañoso (fines de ilegítima persecución), la actual doctrina antidiscriminatoria pone énfasis en el efecto objetivo de excluir a cierto grupo del goce de un derecho o del acceso a un beneficio. Y aclara que por supuesto, atento a sus efectos, los casos de discriminación persecutoria o explícita quedan también comprendidos en este segundo enfoque, pero —dado que la expresión de motivaciones subjetivas persecutorias o discriminatorias es un fenómeno extraordinario en la legislación— una aproximación objetiva, a partir de la "sospecha" de discriminación escondida detrás del uso de ciertas clasificaciones, amplía el ámbito de la protección antidiscriminatoria y obliga a los poderes políticos a ser más cuidadosos en la selección de los factores de distinción empleados en los textos normativos. En síntesis, si bien en principio los poderes políticos tienen facultades para trazar distinciones legales entre categorías de personas cuando ello resulta conveniente a fin de llevar adelante objetivos legales legítimos —presumiéndose la constitucionalidad de la norma sancionada de conformidad con las formas prescriptas para ello—, en algunos casos el recurso del legislador a ciertos factores de distinción puede responder a prejuicios y estereotipos que tienen por efecto excluir a categorías enteras de personas del legítimo ejercicio de un derecho. Casos típicos de esta categorización espuria son los de raza y religión y, en épocas más recientes, los de género y discapacidad. En base a la doctrina expuesta, el estándar de revisión que se aplica a las clasificaciones basadas en la orientación sexual se traduce en que tales categorías no deben tener como finalidad crear o perpetuar la estigmatización, el desprecio o la inferioridad legal o social de las personas pertenecientes a minorías sexuales. En todo caso, las clasificaciones fundadas en la orientación sexual deberían ser utilizadas para compensar a tales grupos por las postergaciones sufridas a través de la historia. En este sentido, los argumentos de la demandada resultan escasos e insuficientes a la hora de revertir la presunción de inconstitucionalidad de las normas en que basó su decisión. Su defensa se limita a negar la discriminación fundada en la falta de prueba en ese sentido.
X. Que en lo referido a restricciones para contraer matrimonio pueden tomarse ejemplos paradigmáticos del derecho comparado, como las leyes de la Alemania Nazi que prohibieron el matrimonio entre “judíos y súbditos de sangre alemana o asimilables” (Ley de protección de la Sangre, 1935), o las restricciones que padecieron los negros, asiáticos e indios en Estados Unidos desde la época colonial hasta el dictado del fallo “Loving v. Virginia” en 1967 (388 US 1). En la sentencia “Dred Scott”, el entonces Presidente de la Corte Suprema de Estados Unidos, Roger B. Taney, citó la existencia de estatutos antimestizaje para demostrar que lo matrimonios interraciales “se consideran antinaturales e inmorales” y, en consecuencia, “este estigma, de la más profunda degradación, está fijo sobre toda la raza (negra)” (“Dred Scott v. Standford”, 60 US, 393, 407 [1857]). Tales restricciones fueron incluso defendidas con argumentos basados en criterios religiosos: “Dios Todopoderoso creó las razas blanca, negra, amarilla, malaya y roja, y las colocó en continentes separados. El hecho de que Él separase las razas demuestra que Él no tenía la intención de que las razas se mezclasen” (sentencia de 1966, de un tribunal de instancia del estado norteamericano de Virginia, citado por Daniel Borillo, Homofobia, Ed. Bellaterra, Barcelona, 2001, pág. 41, nota 40). En un texto titulado “Reflexiones sobre Little Rock”, de 1959, —referido a los esfuerzos encaminados a poner fin a la segregación contra los negros en el sistema educativo norteamericano—, Hannah Arendt afirmó que la educación no era el terreno en el que debía librarse la batalla. Destacó, en cambio, la forma de discriminación que le parecía más condenable: la que afecta a la libertad de matrimonio, mediante la prohibición, en los estados sureños de los Estados Unidos, de las uniones mixtas.“El derecho de casarse con quien uno quiera es un derecho humano elemental”. Incluso, en ese mismo artículo Arendt señaló que “aunque el gobierno no tiene derecho a interferir en las prácticas discriminatorias y los prejuicios de la sociedad, no solamente tiene el derecho, sino el deber de garantizar que dichas prácticas no adquieran fuerza de ley” (ver la lectura que sobre el texto propone Didier Eribon en Reflexiones sobre la cuestión gay, Anagrama, Barcelona, 2001, págs. 477/490).
XI. Que, en Argentina la institución matrimonial se ha modificado sensiblemente a la luz de una serie de cambios sucedidos desde la organización nacional hasta nuestros días. Producida la independencia, poco y nada se hizo de positivo en la materia durante los primeros cincuenta años, sólo algunos tibios intentos de secularizar el instituto en la provincia de Buenos Aires, donde en el año 1824 se sometieron a los tribunales civiles las causas matrimoniales mediante ley que no llegó a aplicarse, dada la resistencia que suscitó. Los matrimonios entre católicos y quienes no lo fueran se veían seriamente dificultados. En 1867, durante la gobernación de Nicasio Oroño, se sancionó en la provincia de Santa Fe una ley que establecía el matrimonio civil. La reacción fue inmediata: fueron excomulgados Oroño y los legisladores que intervinieron, y la situación llegó al extremo de que el primero tuvo que abandonar el gobierno, fue disuelta la legislatura y sus reemplazantes derogaron la ley. Vélez Sársfield se abstuvo de introducir en su Código la secularización del matrimonio, que no se logró hasta 1888, con la sanción de la ley 2.393 (v. “Código Civil y leyes complementarias”, Augusto C. Belluscio [director], Eduardo A. Zannoni [coordinador], Ed. Astrea, Buenos Aires, 1988, t. 1, pág. 602). Lento también fue el camino hacia la igualdad entre los cónyuges. Sucesivas leyes fueron reduciendo las potestades maritales (v. gr. ley 11.357, 1926), aunque el hombre mantuvo la potestad de fijar el domicilio conyugal hasta 1987 (ley 23.515), y la administración de los bienes gananciales cuyo origen no podía determinarse hasta 2003 (ley 25.781). Antes de las primeras reformas, entonces, la mujer casada era una incapaz relativa y en su aspecto más benévolo la ley presumía la autorización del marido para que ejerciera alguna actividad profesional, o para comprar al contado. Originariamente nuestro Código Civil distinguía entre hijos legítimos e ilegítimos (naturales, adulterinos, incestuosos y sacrílegos). En este aspecto los cambios fueron muy significativos, pero especialmente lentos. La ley 2.393 suprimió la categoría de hijo sacrílego. Luego, en 1954 se sancionó la ley 14.367 que eliminó la discriminación pública y oficial contra los hijos de personas no unidas por el matrimonio, y, si bien dotó de los mismos derechos que a los hijos naturales a todos los hijos ilegítimos, éstas categorías recién desaparecieron tras la sanción de la ley 23.264 (1985). Asimismo, también fue esta ley la que desarticuló la distinción entre parientes legítimos e ilegítimos. Respecto a la patria potestad, sólo tras el advenimiento de aquélla ley y la 23.515 (1987), pudo ser compartida. A su vez, no siempre los cambios han tenido un origen estrictamente legislativo. Con diferente eficacia la justicia ha instaurado cambios que se han adelantado a lo que tiempo después la ley establecería (por ejemplo, la creación pretoriana de la acción de amparo). Sin duda, esto ha sucedido respecto al divorcio vincular. Sólo tras el fallo de la Corte Suprema en el caso “Sejean” (Fallos: 308:2268) la ley 23.515 estableció este significativo cambio en la regulación del matrimonio civil.
XII. Que la evolución reseñada permite descartar la idea de un significado natural o recto, y por lo tanto privado de influencias históricas, del instituto del matrimonio civil. En palabras de Petracchi, “las formas que… [la familia] ha adoptado son las más variadas, como nos lo enseñan la antropología y la historia, ya que si bien la familia es universal, al igual que todas las demás instituciones es un producto social sujeto a cambios y modificaciones” (Fallos: 308:2268). Incluso, Honoré de Balzac comenzaba su “Fisiología del Matrimonio” con unas palabras que atribuyó a Napoleón, supuestamente pronunciadas ante el Consejo de Estado cuando se discutía el Código Civil: “El matrimonio no proviene de la naturaleza –la familia oriental difiere totalmente de la occidental- el hombre es el ministro de la naturaleza en la cual está contenida la sociedad –las leyes se hacen para las costumbres y las costumbres varían. El matrimonio es, pues, susceptible del perfeccionamiento gradual al que todas las cosas humanas parecen estar sometidas” (Honoré de Balzac, Fisiología del matrimonio o meditaciones de filosofía ecléctica relativas a la felicidad y desgracia de los casados, Ed. Leyenda SA, México, 1945). Por su parte, la doctrina nacional ha definido el matrimonio como: “la unión solemne de un hombre y una mujer, tendiente a constituir una plena comunidad de vida reglada por el derecho” (Busso, Código Civil anotado, t. II, pág. 8); “una sociedad del hombre y la mujer que se unen para perpetuar su especie, para ayudarse, para socorrerse mutuamente, para llevar el peso de la vida y compartir su común destino. (…) El matrimonio es la base necesaria para la familia legítima” (G. Borda, “Manual de Derecho de Familia”, 10ª ed., Ed. Perrot, Buenos Aires, 1988, pág. 33); “…desde el punto de vista sociológico, constituye la institucionalización de las relaciones que tienen por base la unión intersexual” (G. Bossert y E. Zannoni, “Manual de derecho de familia”, 3ª ed., Ed. Astrea, Buenos Aires, 1991, pág. 67); “… unión consorcial de un varón y una mujer, basada en el amor mutuo, de y para toda la vida, que trasciende a los propios cónyuges, de manera que ya no son dos sino una sola carne, pero sin perder su peculiaridad personal…” (Jorge O. Perrino “Derecho de Familia”, t. I, Lexis Nexis, Buenos Aires, 2006, pág. 167); “la comunidad de vida, establecida entre un varón y una mujer, por libre decisión de su voluntad y con carácter indisoluble, con el objeto de procrear hijos y educarlos, y de asistirse recíprocamente” (Jorge A. Mazzinghi, “Tratado de Derecho de Familia”, 4ª ed., t. I, La Ley, Buenos Aires, 2006, pág. 45). A simple vista se advierte que algunas de las definiciones citadas no han receptado aún los cambios implementados por la ley 23.515. En caso de prosperar la demanda de los actores, la definición de matrimonio deberá ser modificada, adoptando un concepto que reconozca a la pareja que han conformado membresía en nuestra sociedad. Es posible que una decisión en ese sentido sea considerada por algunos como una afrenta a las creencias religiosas sumamente arraigadas por un sector de la comunidad. Pero en el estado actual de secularización de las instituciones civiles no hay duda de que los sentimientos religiosos de algunos no pueden ser una guía para delimitar los derechos constitucionales de otros. Los poderes del Estado no pueden ser llamados a interpretar textos religiosos o a tomar partido en la valoración que ellos hagan de la homosexualidad, cuestión que ha causado cismas y discusiones profundos incluso al interior de diferentes religiones. La Corte Suprema ha señalado que los artículos 2º y 14 de la Constitución Nacional —que hacen referencia a la libertad de culto y al sostenimiento por el Estado del culto Católico Apostólico Romano— no resultan demostrativos de que los redactores de la Carta Magna hubieran contemplado una absoluta identidad del Estado con los postulados y modo de reglamentación del matrimonio de la citada Iglesia (Fallos: 321:92). Pretender que la ley civil coincida con la legislación canónica, afirmó la Corte, supone la alteración de los límites de la legislación común sobre el matrimonio, ya que el ámbito civil resulta distinto e independiente del religioso, y dicha distinción resguarda la autonomía de la conciencia, de la libertad individual y de cultos que son principios fundamentales de la democracia constitucional (palabras del Procurador Guillermo H. López, que la Corte hizo suyas en Fallos: 312:122).
XIII. Que los cambios en la evolución histórica del matrimonio debieron enfrentar fuertes resistencias, en las que visiones anacrónicas no se han privado de presagiar la desaparición del instituto, o hasta la desintegración social. El conflicto previo a la secularización del matrimonio nos brinda muchos y claros ejemplos de lo expuesto. Por ejemplo, al momento de debatir el proyecto de ley el senador Pizarro profetizó la desaparición de la especie de la superficie de la tierra y expresó que: “Perdida la santidad del matrimonio, perdida toda influencia moral en la familia, y reducido el vínculo de unión en ella al vínculo de la fuerza jurídica, todas las relaciones de familia se relajan, la autoridad paterna viene al suelo, el amor conyugal se substituye al interés, la dignidad de la mujer se abate, la insubordinación de los hijos es su consecuencia, el cariño filial desaparece, y la familia deja de existir” (diario de sesiones de la Cámara de Senadores, 43ª reunión, 41ª sesión ordinaria, 4 de septiembre de 1888, pág. 363 y 367). Sin embargo es evidente que el matrimonio —cuya historia es anterior al Concilio de Trento y posterior al divorcio vincular— ha sobrevivido a su secularización y no parece haber agotado ni su fuerza ni su evolución. Una vez que las fuerzas sociales han abandonado determinadas concepciones, la lucha por su mantenimiento —siempre acompañadas por presagios de decadencia— puede adquirir características represivas y violentas. Cuando lo “universal” no está en concordancia con el individuo ni lo incluye, esa misma reivindicación de universalidad es utilizada para negar los derechos del individuo (v. Judith Butler, Dar cuenta de sí mismo. Violencia ética y responsabilidad, Ed. Amorrortu, Buenos Aires, 2009, pág. 14) Siempre ha habido voces apocalípticas que anunciaron al hombre un destino aciago si se atrevía a alterar el status imperante. Así cuando la Corte Suprema, hace menos de veinte años, decidió por mayoría denegar el pedido de personería jurídica a la Comunidad Homosexual Argentina se señaló que: “Una minoría tolerada requiere siempre de una mayoría tolerante. Pero se podría llegar a una situación en la cual tantas minorías reclamasen tolerancia que ya no pueda haber mayoría ninguna. (…) La permisividad que viene rechazada de la instancia anterior pudo razonablemente haberse considerado como una fractura esencial de aquellos valores comunes, pues si el abuso del poder lleva a la tiranía, el abuso de la libertad conduce a la disolución” (Fallos: 314:1531, voto del Dr. Boggiano). Pese a lo resuelto por la Corte, poco tiempo después se otorgó personería jurídica a la CHA, y pasados unos años, no parece que nos hayamos acercado al umbral de la disolución social.
XIV. Que llegados a este punto debemos preguntarnos si la prohibición de matrimonio para la pareja litigante, contenida en el Código Civil, constituye una discriminación del Estado basada en la orientación sexual. En un primer examen literal, los artículos 172 y 188 del Código Civil se contraponen directamente con las reglas constitucionales que prohíben un trato discriminatorio en razón de la orientación sexual (arts. 16 y 19, CN; art. 11, CCABA; art. 26 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos; y, entre otros, art. 2.2 del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales; sobre el Pacto ver especialmente la Observación General 20, del Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, del 22/05/09, que en su parte pertinente establece que: “En ‘cualquier otra condición social’, tal y como se recoge en el artículo 2.2 del Pacto, se incluye la orientación sexual. Los Estados partes deben cerciorarse de que las preferencias sexuales de una persona no constituyan un obstáculo para hacer realidad los derechos que reconoce el Pacto…”). En el artículo 16 de la “Declaración Universal de los Derechos Humanos” (diciembre, 1948) se establece que: “1. Los hombres y las mujeres, a partir de la edad núbil, tienen derecho, sin restricción alguna por motivos de raza, nacionalidad o religión, a casarse y fundar una familia, y disfrutarán de iguales derechos en cuanto al matrimonio, durante el matrimonio y en caso de disolución del matrimonio. 2. Sólo mediante libre y pleno consentimiento de los futuros esposos podrá contraerse el matrimonio. 3. La familia es el elemento natural y fundamental de la sociedad y tiene derecho a la protección de la sociedad y del Estado”. Luego, en textos similares, tanto el “Pacto internacional de derechos civiles y políticos” (art. 23), como el “Pacto internacional de derechos económicos, sociales y culturales” (art. 10) proveen a garantizar la protección de las personas a la hora de casarse y llevar adelante una familia. La “Convención Americana sobre Derechos Humanos” (art. 17) también tiende a la protección del matrimonio y la familia, con especial énfasis en la igualdad entre los cónyuges y la protección de los hijos. En todos los casos se trata de pactos y declaraciones con jerarquía constitucional (art. 75, inc. 22) que se suman a la permanente búsqueda del derecho interno de proteger íntegramente a la “familia”. Cabe recordar, en el plano internacional, la “Convención sobre el consentimiento para el matrimonio, la edad mínima para contraer matrimonio y el registro de los matrimonios” (cuya entrada en vigor data del 09/12/64), que ha puesto su eje en garantizar el consentimiento pleno de los pretendientes a la hora de contraer matrimonio, y a la que se ha sumado la “Recomendación sobre el consentimiento para el matrimonio, la edad mínima para contraer matrimonio y el registro de los matrimonios” (res. 2018, de la Asamblea General, del 01/11/65). Los actores se hallan impedidos de acceder a la categoría socialmente aprobada de “casados”. Tal exclusión los priva de activos valiosos, tanto si éstos se miden en términos cuantitativos monetarios, o en términos cualitativos de respeto social. Esta diferencia en la tenencia de activos no necesariamente connota una imposición injusta de desigualdad. Sin embargo, el daño inflingido se patentiza como claramente ilegítimo cuando advertimos que obedece al estatus de seres humanos menos valiosos de los excluidos.
XV. Que las personas que se apartan de la sexualidad socialmente valorada son víctimas de situaciones de discriminación social y jurídica: esto es, representan un sector usualmente vulnerado en el pleno goce y ejercicio de sus derechos fundamentales en condiciones igualitarias (ver, Aída Kemelmajer de Carlucci, “Derecho y homosexualismo en el derecho comparado” en Derecho de familia. Revista interdisciplinaria de doctrina y jurisprudencia, Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1988, volumen 13, págs. 185 y ss.). La “homofobia” es el miedo o la aversión hacia las prácticas o las personas homosexuales, así como la discriminación de la que son víctimas. En otras palabras, el odio, la hostilidad o la desaprobación de las personas homosexuales. Un informe de ILGA (Asociación Internacional de Lesbianas y Gays;www.ilga.org) muestra una impresionante colección de leyes representativas de la “homofobia de Estado” en el mundo. Según los datos allí publicados, no menos de ochenta y cinco (85) Estados miembros de Naciones Unidas criminalizaban en el año 2007 los actos sexuales entre personas adultas del mismo sexo con mutuo consentimiento. Tales pautas legales —más allá de las enormes diferencias respecto a su aplicación sistemática— obligan a las personas a permanecer invisibles y a negar quienes son realmente. A su vez, en los últimos años más de una docena de países ya han modificado sus legislaciones a fin de darles cabida a las parejas del mismo sexo. Han reconocido el matrimonio: Holanda (2001), Bélgica (2003), España (2005), Canadá (2005), Sudáfrica (2006), Suecia (2009) y Noruega (2009). Por otro lado, tienen en sus legislaciones figuras como la unión civil o declaraciones de convivencia, con todos o algunos de los derechos que se da al matrimonio: Dinamarca (1989), Noruega (1993), Suecia (1994), Islandia (1996), Holanda (1998), Francia (1999), Alemania (2001), Finlandia (2001), Luxemburgo (2004), Nueva Zelanda (2005), Reino Unido (2005), Suiza (2005), República Checa (2006), Eslovenia (2006), Hungría (2009) y Uruguay (2009). Incluso algunos estados norteamericanos han incorporado a su legislación institutos similares al matrimonio, entre ellos se cuentan: Massachussetts, Vermont, Washington, New Jersey, New Hampshire, Maine, Hawaii, el distrito de Columbia, Connecticut, Oregon, etc. (v. M. V. Lee Badgett, When Gay People Get Married, NYUP, New York, 2009). Cabe señalar que en los casos de Estados Unidos —a través de una sentencia de la Suprema Corte Judicial de Massachussetts, en 2003— y Sudáfrica —mediante el fallo de la Corte Constitucional en “Minister of Home Affairs and another v. Fourie and another”, del 01/12/05— fue el impulso judicial el que motivó los cambios en la legislación. A su vez, también en el estado de California, Estados Unidos, más allá de la solución final, los tribunales han sido un contrapunto esencial a la hora de rever su normativa.
XVI. Que es preciso recordar que la lucha contra las fobias sociales se extiende más allá de la cuestión gay, y desde mucho antes del debate por la constitucionalidad del matrimonio entre personas del mismo sexo. Cada tiempo ha tenido su signo, y ha despertado resistencias en aquellas minorías oprimidas, degradadas o exterminadas por las mayorías. Incluso la homofobia es un término ganado a la persecución, la ignominia y a la aceptación revulsiva. Seguramente llegue un tiempo en que muerto el signo que lo ampara, hablar de homofobia también resulte anticuado y, sin dudas, ese es uno de los objetivos en la lucha contra la discriminación. Asimismo, cabe resaltar, la hostilidad hacia quienes integran minorías sexuales se estructura de modo similar al racismo (ver, Yves Roussel, “Les récits d’une minorité”, en Homosexualités et droit, Daniel Borillo [director], Puf, Francia, 1999, págs. 14 y ss.) El discurso racista requiere, por su parte, la identificación de seres abyectos, que forman el exterior constitutivo del campo de los “sujetos”. La abyeccción implica literalmente arrojar fuera, desechar, excluir y, por lo tanto, supone y produce un terreno de acción desde el cual establecer la diferencia. La noción designa una condición degradada o excluida dentro de los términos de la sociabilidad, que el sujeto, en su fantasía, supone amenazadoras para su propia integridad (v. Judith Butler, Cuerpos que importan. Sobre límites materiales y discursivos del sexo, Ed. Paidós, Buenos Aires, 2008, pág. 19 y especialmente nota 2). El desprecio irracional por aquellos acusados de cometer “delitos contra natura”, atentar contra la familia o la preservación de la especie, no fue superado, tal como demuestran las expresiones vertidas por algunos legisladores en el debate de la ley 1.004. La burla, los estereotipos, el uso de expresiones como “torta”, “trolo”, “invertido”, “puto”, “loca”, “maricón”, “tortillera”, “marica”, etc., son graves heridas a la dignidad a las que muchas personas se ven expuestas en su vida cotidiana. Por lo demás, la homofobia suele estar disimulada tras el discurso de la tolerancia, discurso que pese a sus ingentes esfuerzos no puede disimular su desagrado ¿cómo se puede decir que tolero lo que apruebo? La tolerancia no tiene razón de ser si previamente su objeto no fue definido de modo adverso (ver, Ernesto Meccia, La cuestión gay, un enfoque sociológico, Gran Aldea Editores, Buenos Aires, 2006, págs. 69 y ss.). Frente al imperativo de la corrección democrática, discursos fuertemente reaccionarios no acuerdan mayor trascendencia a la homosexualidad, eso sí, siempre que quede reducida al ámbito de lo privado. Pero tal política de la tolerancia de las acciones privadas de los hombres pasa por alto que los dominios privados no bastan para la expresión entera de la personalidad, a no ser que se limite lo vinculado a la libre orientación sexual a la posibilidad de mantener relaciones sexuales en la intimidad (Meccia, op. cit.). La tolerancia, entonces, no basta para dejar de ver al otro como una amenaza latente, y no da cumplimiento con las altas exigencias igualitarias contenidas en nuestro marco constitucional. Si el derecho de las minorías sólo alcanza para que sus miembros reciban tolerancia, poco se ha avanzado en el camino al respeto sincero y acabado por los planes de vida de las personas. Partiendo del régimen constitucional de la Ciudad de Buenos Aires, es claro que no hay orientaciones sexuales o géneros buenos y malos: la opción sexual y el género son cuestiones extramorales. No hay un marco normativo que permita establecer géneros normales y patológicos. Se trata de admitir que la libertad y el reconocimiento son muy importantes para la dignidad humana.“La verdadera injusticia siempre ha de encontrarse en el punto preciso en que nos ponemos del lado del bien y ponemos a otras personas del lado del mal” (Theodor Adorno, citado por Judith Butler, Dar Cuenta de sí mismo, cit., pág. 143). El menosprecio de la sexualidad socava la autoestima y las capacidades expresivas y creativas necesarias para desarrollarse.
XVII. Que si las categorías de “malo”, “normal”, “desviado”, “inocuo” o “peligroso” no son predicables respecto a las opciones sexuales, si la perpetuación de tales categorías sólo tiene como finalidad menospreciar a grupos minoritarios para luego justificar su exclusión de algunos beneficios sociales, entonces, deberíamos preguntarnos cómo superar tales categorías a través de decisiones racionales. Un paso importante al que una decisión judicial puede tender es al reconocimiento público de la existencia de la estigmatización y del sufrimiento inflingido, y la ilicitud de las discriminaciones en que se apoyan. No se trata de saber si son posibles otras formas de vida familiar y afectiva distintas de la tradicional. Porque las tenemos delante nuestro y sabemos que existen. Se trata de saber si es posible un marco legal suficientemente genérico para adoptar sus institutos a estas realidades. De lo que se trata entonces es de advertir el contrasentido de unos derechos que se predican como universales pero dejan a un grupo de personas excluido de su goce.
XVIII. Que, para finalizar, cabe coincidir con el argumento del GCBA en relación a que no hubo ilegalidad en su actuar. Sin embargo, la premisa que funda su análisis está incompleta, lo que altera el razonamiento final. Concretamente, si bien los órganos del Gobierno deben cumplir con la ley vigente, los actos del GCBA realizados de conformidad con el Código Civil sólo se presumen legales, y eso no implica que no sean manifiestamente ilegítimos, si contradicen el contenido de la Constitución local y nacional. Una interpretación contraria —que subsuma la legitimidad de los actos o las omisiones en su mera adecuación a la ley— implicaría que el control constitucional difuso encomendado al Poder Judicial desaparezca. En otras palabras, sostener la confusión entre legalidad y legitimidad socavaría el fundamento de la división de poderes y atomizaría la fuerza normativa de la Constitución. Como sabemos, hay cláusulas constitucionales que garantizan la igualdad de las personas; los artículos del Código Civil atacados por los actores las contradicen. El Gobierno no tenía potestades para invalidar tales normas, pero ello no es obstáculo para admitir en sede judicial la pretensión de los actores. Al respecto, cabe tener en cuenta el mandato del tercer párrafo del artículo 11 de la CCBA, de acuerdo con el cual: "La Ciudad promueve la remoción de los obstáculos de cualquier orden que, limitando de hecho la igualdad y la libertad, impidan el pleno desarrollo de la persona y la efectiva participación en la vida política, económica o social de la comunidad". Entre las autoridades de la Ciudad destinadas a cumplir este mandato está el Poder Judicial, a través de medios tales como el control judicial de constitucionalidad. Entre los obstáculos "de cualquier orden" están, vale recordarlo, los obstáculos legales. La declaración de inconstitucionalidad de las normas impugnadas no hace más que remover un obstáculo ilegítimo que, al limitar la igualdad y la libertad, impide el pleno desarrollo de la persona y su efectiva participación en la vida política, cultural, económica y social de la comunidad, y alienta la perpetuación de conductas homofóbicas, en clara oposición al régimen constitucional vigente.
XIX. Que, por otro lado, el representante del Gobierno de la Ciudad sostiene que la pretensión de los actores puede ser satisfecha apelando al instituto de la unión civil (fs. 38). En ese sentido, el artículo 4º de la ley 1.004, establece que “para el ejercicio de los derechos, obligaciones y beneficios que emanan de toda la normativa dictada por la Ciudad, los integrantes de la unión civil tendrán un tratamiento similar al de los cónyuges”. Tal como afirma la demandada, la norma aludida permite registrar uniones voluntarias conformadas por dos personas con independencia de su sexo u orientación sexual. Sin embargo, más allá de que otorga algunos beneficios en el ámbito de la Ciudad, carece del valor simbólico del matrimonio. Si bien muchas parejas pueden elegir quedar fuera de la carga simbólica asociada al matrimonio y, en su caso, optar por este nuevo instituto regulado en el ámbito local, el asunto se vincula con la decisión que se tome como pareja, y finalmente, con que tales opciones estén disponibles para todas ellas sin discriminación. La legislación que concede a parejas que se apartan del parámetro sexual mayoritario el goce de algunos de los beneficios que otorga el régimen matrimonial, pero de manera segregada, no supera el problema de la discriminación. Si el problema de la exclusión matrimonial se redujera a la imposibilidad de acceder a determinados bienes, la solución bien podría ser el diseño de este tipo de regímenes separados. Pero tal solución parece desconocer que, históricamente, el concepto de “iguales pero separados” ha servido como una forma de camuflar el repudio hacia grupos excluidos. La pretensión de los actores consiste en que la pareja que conforman adquiera el mismo estatus público de las unidas en matrimonio. Más allá de la cuestión vinculada a los menores beneficios que acuerda la ley 1.004 frente al régimen matrimonial, no puede pasarse por alto que, en términos simbólicos, resulta ciertamente insuficiente, pues el mero mantenimiento de un régimen exclusivo para parejas heterosexuales refuerza el estereotipo, la estigmatización y la falta de aprobación y reconocimiento frente a diferentes sexualidades. La exclusión del régimen matrimonial sugiere que el compromiso y los sentimientos de los actores es inferior y, como consecuencia, no es merecedor de los derechos que el marco normativo garantiza a todos por igual. La exclusión de los beneficios y responsabilidades del matrimonio no es un inconveniente tangencial sino que representa una forma radical de afirmar que la pareja de los actores no merece el pleno reconocimiento estatal. Nuestro marco constitucional otorga a los actores derechos que van más allá de la mera privacidad, el derecho a ser reconocidos como iguales y tratados dignamente. Es por eso que la opción contemplada en la ley 1.004 no basta, en el caso, para satisfacer el principio de igualdad. Al momento de debatir la aprobación de la ley 1.004, los legisladores locales tuvieron muy presentes sus limitaciones frente a las potestades que el artículo 75, inciso 12, de la Constitución Nacional otorga al Congreso Nacional en materia de derecho común. Pero, dentro de su ámbito de actuación fueron explícitos al considerar que “hay ciudadanos y ciudadanas que están fuera del sistema sólo por su orientación sexual” (Latendorf, 33º sesión ordinaria, Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires, Despacho 2604, VT 55, pág. 26).
XX. Que no es posible saber qué sucederá con el matrimonio frente a los cambios que se avecinan. Sin embargo, es posible prever que la inclusión de minorías sexuales en su seno le permitirá ser fuente de nuevas curas para las viejas enfermedades sociales, como el miedo, el odio y la discriminación.

Por las razones expuestas, y oída la señora fiscal,
FALLO:
1. Declarando la inconstitucionalidad de los artículos 172 y 188 del Código Civil en cuanto impiden que los señores Alejandro Freyre y José María Di Bello puedan contraer matrimonio;
2. Ordenando a las autoridades del Registro Civil y Capacidad de las Personas que celebre el matrimonio de los actores, en caso de que así lo soliciten;
3. Imponiendo las costas en el orden causado, atento a que las autoridades del Registro Civil carecían de facultades para apartarse de las normas vigentes.
Regístrese, notifíquese —a la señora fiscal en su despacho— y, oportunamente, archívese.

GABRIELA SEIJAS
JUEZA
http://bbimbi.blogspot.com/2009/11/un-fallo-historico-de-una-jueza.html