Gozosa subversión del protocolo milonguero tradicional, el tango
queer, celebra su fiesta con clases y shows hasta el 7 de diciembre.
Hay mujeres que guían y hombres que se dejan llevar al ritmo de los
non tangos, categoría en alza.
Chicas que bailan con otras chicas. Mujeres que trazan filigranas en el piso con zapatos acordonados de varón. Señores que, en lugar de guiar a sus partenaires, se dejan conducir por la pista. Un sueco de cresta punk "tirando ganchos" entre las piernas de su compañero. Parejas moviéndose en todas direcciones al ritmo de los non tangos –nueva categoría musical– que invaden la atmósfera cálida de un salón semiiluminado. Esta gozosa subversión del protocolo milonguero tradicional tiene nombre: tango queer.
El Festival Internacional de Tango Queer, que desplegará su agenda de clases y milongas con show entre el 1 y el 7 de diciembre, va por su segunda edición. Su objetivo: compartir un espacio de tango "liberado", en el que los roles del baile no están fijos al género, las parejas se conforman indistintamente entre personas del mismo o de diferentes sexos, y tanto hombres como mujeres pueden conducir a su compañero, ser guiados o alternar las dos funciones en el curso de un mismo tango.
El término queer ("raro"), tomado del movimiento gay y lésbico de ese nombre, ya tiene cierta trayectoria en el tango: en 2000 se celebró el Primer Festival Internacional de Tango Queer en Hamburgo. Los creadores del festival porteño son Augusto Balizano y Roxana Gargano –conocidos como anfitriones de la milonga gay La Marshall– y Mariana Docampo Falcón, una bailarina que hace unos seis años se aburrió de cumplir "esa especie de performance de femineidad" propia de ciertos rituales de seducción de las milongas. Se bajó del taco aguja,
aprendió a guiar –destreza reservada a los hombres en el tango tradicional– y ahora enseña lo mismo a otras mujeres. "Somos conscientes de que nos metimos con un símbolo nacional muy fuerte como es el tango. Que una pareja gay salga a la pista, o que una mujer conduzca a un hombre, atenta contra el modelo. En principio, no lo hicimos por una voluntad política de cuestionar ese modelo sino por el deseo de bailar, pero de hecho es un gesto anárquico y revolucionario. "
En todo caso, hace tiempo que las milongas de códigos rígidos representan sólo una parte de las opciones que ofrece el circuito de baile social de tango: las milongas open minded como la que años atrás regenteaban María Pantuso y Olkar Ramírez y la que actualmente organiza La Vikinga, las "fiestas del revés" de La Viruta, los salones "parakulturales" de Omar Viola, la ya mítica Catedral, el Tangocool del Club Villa Malcolm, la Prácticas X de Pablo Inza, entre otras, han distendido ampliamente los códigos. "El festival es una consecuencia y a la vez una fuerza propulsora de los cambios", dice Falcón.
"Más allá de lo específico del baile, los nuestros son ámbitos relajados en lo social: la gente no está tan pendiente del `cabeceo' y nadie se fija de qué costado de la pista lo sentaron. Funcionan como
un gran grupo de amigos en el que la invitación a bailar es abierta", dice Augusto Balizano, mentor de La Marshall. Lleva cuatro años en pareja con Miguel Moyano, integrante del Ballet del Teatro Argentino de La Plata, quien esta semana alterna los ensayos del Cascanueces de Chaikovski-Petipa con la preparación del show que compartirá con Augusto en el Festival de Tango Queer.
fuente Sentido g
queer, celebra su fiesta con clases y shows hasta el 7 de diciembre.
Hay mujeres que guían y hombres que se dejan llevar al ritmo de los
non tangos, categoría en alza.
Chicas que bailan con otras chicas. Mujeres que trazan filigranas en el piso con zapatos acordonados de varón. Señores que, en lugar de guiar a sus partenaires, se dejan conducir por la pista. Un sueco de cresta punk "tirando ganchos" entre las piernas de su compañero. Parejas moviéndose en todas direcciones al ritmo de los non tangos –nueva categoría musical– que invaden la atmósfera cálida de un salón semiiluminado. Esta gozosa subversión del protocolo milonguero tradicional tiene nombre: tango queer.
El Festival Internacional de Tango Queer, que desplegará su agenda de clases y milongas con show entre el 1 y el 7 de diciembre, va por su segunda edición. Su objetivo: compartir un espacio de tango "liberado", en el que los roles del baile no están fijos al género, las parejas se conforman indistintamente entre personas del mismo o de diferentes sexos, y tanto hombres como mujeres pueden conducir a su compañero, ser guiados o alternar las dos funciones en el curso de un mismo tango.
El término queer ("raro"), tomado del movimiento gay y lésbico de ese nombre, ya tiene cierta trayectoria en el tango: en 2000 se celebró el Primer Festival Internacional de Tango Queer en Hamburgo. Los creadores del festival porteño son Augusto Balizano y Roxana Gargano –conocidos como anfitriones de la milonga gay La Marshall– y Mariana Docampo Falcón, una bailarina que hace unos seis años se aburrió de cumplir "esa especie de performance de femineidad" propia de ciertos rituales de seducción de las milongas. Se bajó del taco aguja,
aprendió a guiar –destreza reservada a los hombres en el tango tradicional– y ahora enseña lo mismo a otras mujeres. "Somos conscientes de que nos metimos con un símbolo nacional muy fuerte como es el tango. Que una pareja gay salga a la pista, o que una mujer conduzca a un hombre, atenta contra el modelo. En principio, no lo hicimos por una voluntad política de cuestionar ese modelo sino por el deseo de bailar, pero de hecho es un gesto anárquico y revolucionario. "
En todo caso, hace tiempo que las milongas de códigos rígidos representan sólo una parte de las opciones que ofrece el circuito de baile social de tango: las milongas open minded como la que años atrás regenteaban María Pantuso y Olkar Ramírez y la que actualmente organiza La Vikinga, las "fiestas del revés" de La Viruta, los salones "parakulturales" de Omar Viola, la ya mítica Catedral, el Tangocool del Club Villa Malcolm, la Prácticas X de Pablo Inza, entre otras, han distendido ampliamente los códigos. "El festival es una consecuencia y a la vez una fuerza propulsora de los cambios", dice Falcón.
"Más allá de lo específico del baile, los nuestros son ámbitos relajados en lo social: la gente no está tan pendiente del `cabeceo' y nadie se fija de qué costado de la pista lo sentaron. Funcionan como
un gran grupo de amigos en el que la invitación a bailar es abierta", dice Augusto Balizano, mentor de La Marshall. Lleva cuatro años en pareja con Miguel Moyano, integrante del Ballet del Teatro Argentino de La Plata, quien esta semana alterna los ensayos del Cascanueces de Chaikovski-Petipa con la preparación del show que compartirá con Augusto en el Festival de Tango Queer.
fuente Sentido g
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