El suicidio es siempre un acto patético, con el que un individuo decide renunciar al don de la vida. Las cifras van en aumento. El número de casos en varones supera altamente al de las mujeres: 63% y 37%, respectivamente. En nuestro país, el porcentaje subió del 6,7 al 8,4 por cada 100.000 habitantes, siendo la tercera edad y la adolescencia los períodos más críticos. Por otra parte, es llamativo un aumento de los suicidios entre los 10 y 14 años. Los suicidios generalmente se dan por circunstancias adversas, ausencia de apoyo y horizontes carentes de futuro. Más allá de esto, las verdaderas causas del trágico acto final permanecen ocultas la mayoría de las veces. Una reciente estadística en los Estados Unidos reveló que el 33% de los jóvenes que se suicidan son homosexuales. El 50% de estos jóvenes fueron rechazados por sus padres. El 40% de los chicos de la calle son gays o transexuales. De éstos, el 60% son violados y casi todos requieren atención médica por la gravedad de las lesiones que les son infligidas (www.yesinstitute.org/resources). Sin lugar a dudas, la vida de nuestros jóvenes no pasa solamente por la homosexualidad, pero ésta es una problemática social que nos incluye a todos y que va más allá de estar de acuerdo o no con conductas sexuales diferentes. Esta inquietante estadística, casi desconocida, exige que todos los ciudadanos seamos debidamente informados. En especial aquellos padres que han detectado muy tempranamente este rasgo en alguno de sus hijos o hijas, para que, así, puedan tener la posibilidad de consultar con profesionales especializados y actualizados en homosexualidad. Durante siglos, fue considerada enfermedad y pecado. Sin embargo, a medida que se fue investigando científica y socialmente, la homosexualidad ya no es considerada una enfermedad, y mucho menos un pecado. Hay excepciones. En su reciente visita a los Estados Unidos, el presidente de Irán, Mahmoud Ahmadinejad, dijo en un foro realizado en la Universidad de Columbia que en Irán no existen los homosexuales. Según el Código Penal iraní, el sexo entre hombres debe ser castigado con la muerte. Hace 17 años, Naty había nacido con un cuerpo de varón, según nos informó en su momento La Voz del Interior, de Córdoba. En 2004, los padres de Naty solicitaron a la Justicia autorización para realizar una operación, con la finalidad de cambiar el sexo de su hijo. El padecía un trastorno denominado “disforia de género”, también llamado transexualismo. Por lo general, los transexuales se sienten mujeres atrapadas en el cuerpo de un hombre, o viceversa. Los padres de Naty señalaron que en varias oportunidades la vida del niño había corrido peligro por la profunda conflictividad que esto le ocasionaba. Finalmente recibieron, con gran alivio y felicidad, los resultados de las pericias y un reciente fallo judicial que autoriza la realización de la cirugía de adecuación de sexo en su hijo, así como el cambio del documento nacional de identidad con el nombre y el género femenino solicitados. Sin embargo, esta historia no es común a otros niños que manifiestan conductas sexuales diferentes, gays, lesbianas, transexuales, bisexuales. La historia de Ramiro es una de esas otras historias. A los cinco años, Ramiro no quería saber nada de tener un pitito. Más de una vez les había dicho a su mamá y a sus hermanos que se lo iba a cortar. Lo más grave fue cuando se lo dijo a su maestra, la que, alarmada, mandó llamar a sus padres. Ellos decidieron someterlo a una sesión de psicoterapia semanal. Al tiempo, todos quedaron convencidos de que el tratamiento había sido exitoso: habían logrado convencerlo de que era un varoncito. Para entonces, Ramiro ya había cumplido 12 años, y justo el día de su cumpleaños, mientras observaba las hermosas manos de su madre adornando su torta, tomó la decisión de irse de su casa: ya no soportaba seguir fingiendo. Pasó entonces a ser uno de tantos niños que deambulan por la calle pidiendo monedas y comida, sentado en las veredas o en los umbrales de las casas. Sin embargo, una noche su suerte cambió. Un hombre le regaló un sándwich y un alfajor. Además, le ofreció vivir con él y trabajar en un maxiquiosco de su propiedad. Esa noche, Ramiro tuvo su primera experiencia sexual. Comía bien, tenía ropa cara y buenos perfumes. A cambio, él debía limpiar, cocinar y aceptar las exigencias y la violencia de su protector. Pronto se dio cuenta de su trágica situación. Había abandonado a su familia, su casa, su escuela, sus amigos y, por sobre todo, había perdido la libertad de sus actos, la posibilidad de estudiar y lograr un oficio que le permitiera planear un futuro digno y elegido por él. Una noche, cuando estaba por cerrar el negocio, entraron dos muchachos desaliñados y un tanto nerviosos. Ramiro no dejaba de observar los movimientos de los visitantes. Ellos tomaron varios paquetes de galletitas, papas fritas y unas latas de cerveza. Recordó que el patrón guardaba un arma en el escritorio de la caja. Todo ocurrió con la velocidad de un relámpago. Los dos jóvenes venían hacia él empuñando una navaja. Ramiro tomó el arma y les apuntó. Ellos soltaron las navajas, implorando que no los matara y diciendo que tenían hambre y sed. Ramiro miró su mano, armada por primera vez, y en un acto casi automático la llevó hacia él, abrió la boca y se disparó. El silencio fue inmediato y para siempre. Ramiro ahora forma parte de una estadística. Una de las tantas elaboradas por instituciones que trabajan afanosamente para evitar que otros jóvenes tengan su triste destino. Pero ¿cómo se explica la existencia de seres sexualmente diferentes? La homosexualidad se ha practicado desde hace miles de años y existe en toda la escala del reino animal. Hay leones homosexuales, monos homosexuales y hasta ranas homosexuales. Teniendo en cuenta que los genes son los productores de las proteínas y que éstas son las que participan en la formación del cerebro, del cual depende gran parte del comportamiento, es obvio pensar que la conducta sexual tiene una base biológica. Los determinantes del interés sexual en cuanto a la preferencia por el mismo sexo o por el opuesto ocurren muy tempranamente, generalmente ya entre los cuatro y los cinco años, mucho antes de la pubertad. Las personas descubren cuál es su interés sexual: no lo eligen. ¿Cuáles son, en verdad, los mecanismos que dan lugar a la atracción sexual, tanto en los hombres como en las mujeres? Una de las hipótesis más aceptadas relacionadas con estas variantes de la sexualidad dice que se deberían al efecto que producen las hormonas embrionarias masculinas durante la vida fetal. Ellas darían lugar a una organización neurológica masculina o femenina, algo así como nacer con un cerebro masculino ante la presencia del cromosoma Y o con un cerebro femenino, en caso de que éste estuviera ausente. La metodología genética que investiga los grupos familiares y gemelos ha demostrado consistentemente que los genes tienen influencia en la orientación sexual, aunque los estudios moleculares no han podido aún descifrar cuáles serían los genes involucrados. Una de las conductas más estudiadas al respecto es la del cortejo que realiza la mosca de la fruta. Este proceso consta de una serie de señales visuales, acústicas y quimiosensoriales que intercambian el macho y la hembra durante este acto. No hay apareamiento, a menos que los machos hayan realizado su ritual completo y la hembra se haya mostrado receptiva. Experimentos realizados con moscas “genéticamente mutadas” mostraron que los machos realizaban el cortejo a otros machos al igual que si fueran hembras y difícilmente intentaban copular con las hembras, lo cual demostraría que tal comportamiento estaría relacionado con la interacción de genes especializados. Si bien entendemos que los seres humanos somos muy diferentes de una mosca, ya se han identificado numerosos genes de las moscas que tienen su equivalente en los humanos (revista Science, 1995). En los últimos años van apareciendo con mucha pujanza nuevas formas de pensar dentro de las sociedades. Una de las más revolucionarias es la línea ideológica que tiende a difundir la llamada igualdad de género. Según esta teoría, ser hombre o mujer no estaría determinado mayormente por el sexo, sino por la cultura. Para muchos psicólogos, existe una identidad psicobiológica del propio sexo y una identidad genérica, que seria la identidad psicosocial, o sea, la del tipo de funciones que las personas de un determinado sexo desempeñan en la sociedad. Si aceptamos el hecho de que la unión entre dos personas esta basada en el amor, con procreación o sin ella, a diferencia de la unión animal, basada exclusivamente en el sexo y la procreación, posiblemente se desvanecerán los prejuicios que aún prevalecen en muchas sociedades y culturas. Se reconocerá y aceptará cada vez con más naturalidad la existencia de conductas sexuales diferentes, un verdadero polimorfismo comparable al color de la piel o a la talla. Es de esperar que en un futuro próximo sea factible demostrar cuál es la red génica que, en interacción con un determinado medio ambiente, da lugar a estas variantes sexuales, así como el porqué de su presencia en toda la escala animal, incluido el hombre, y su frecuencia, si bien minoritaria, persistente. Esta demostración científica servirá para que finalmente se acepte que si un hombre o una mujer tienen una orientación sexual diferente de su conformación biológica no deben ser privados por esto de los derechos y las obligaciones propios de cualquier ciudadano del mundo. Y para que ningún otro niño tenga el triste destino que tuvo Ramiro. La autora es médica genetista.
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