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lunes, 5 de noviembre de 2007

XXY - PELICULA DE DARIN EXCELENTE



El filme se centra en la vida de una hermafrodita. "Lo que plantea la película es la humanidad de un ser que tiene derecho a ejercer su sexualidad aunque sea distinta de la que esperan los padres", aseguró.
Próxima a estrenarse "XXY", Darín también incursionará en la dirección de "La señal".
Ricardo Darín es el protagonista de XXY, opera prima de Lucía Puenzo, laureada en el Festival de Cannes y que se estrenará el jueves en salas locales, y en la que comparte cartel con Valeria Bertucelli, Carolina Peleritti, Germán Palacios y los jóvenes Inés Efron y Martín Piroyanski. El filme cuenta la historia de una adolescente hermafrodita (Efron) en tránsito hacia una adultez complicada y masculina, cuya madre (Bertucelli) desea que permanezca mujer, mientras su padre (Darín) prefiere que sea ella la gestora de su destino. "Lo que me interesó de XXY –ganadora de un premio en Cannes– fue el ejercicio de la libertad que propone; la gente sabe poco acerca de la cantidad de personas que nacen con los dos sexos y que en la infancia fueron intervenidas quirúrgicamente en favor de uno de los dos", dijo el actor a Télam en rueda de prensa. Según Darín, también debutante en la dirección con La señal, que iba a rodar Eduardo Mignogna, "lo que plantea la película es la humanidad de un ser que tiene derecho a ejercer su sexualidad aunque sea distinta de la que esperan los padres". "Hay varias tensiones en la historia, ya que la familia huyó de Buenos Aires y se radicó en Piriápolis, Uruguay, para hallar un lugar más apacible y alejado donde vivir, y donde la chica pudiera estar más a salvo del acoso de sus allegados", explicó. Sobre su creciente estima por parte de la crítica y el estrellato de que goza en España, Darín se mostró conforme y recordó que la primera vez que fue "reconocido como actor y no como galán fue en 1982", cuando actuó en Nosotros y los miedos. "Pero claro, los años van pasando y uno mejora si es un poco inteligente –apuntó–; no olvidemos que yo no tengo una formación académica, que fui aprendiendo gracias a la experiencia y la generosidad de actores más veteranos". Consultado sobre su nueva tarea de realizador, apresurada por la muerte del cineasta Mignogna –quien lo dirigió en El faro y La fuga–, el actor señaló que era una tarea que le amplió la percepción.

–Se habla bastante poco del derecho a elegir –asume Darín–. Todo está preconcebido, globalizado, digitado, conducido. Más allá de las connotaciones sexuales, es una apuesta muy firme al derecho a poder elegir sobre tu propia vida. Me reconocí ignorante, supe que lo primero que habría hecho sería consultar a quien se supone que sabe, permeabilizarme a las opiniones que vinieran del exterior, de la ciencia, los médicos, la sociedad, los amigos. Y en realidad no debería ser así. Tampoco la religión, ni las creencias deberían ser inducidas por nadie. Estaría muy próximo a cometer un error, a tomar una decisión por otro.
–¿Qué otros aspectos de la crianza y la educación se cuestionó?
–Si hacemos un balance, son muy pocas las cosas que nacieron con nosotros como prejuicios: vienen de la mano de la cultura, la educación, el barrio, la atmósfera en la que nos desarrollamos. En ese punto, XXY me parece didáctica: cuando elegís un camino, quieras o no, podés estar marcando posición. Si la devolución es un proceso reflexivo, me siento reconfortado. Como no se trata de bajar línea, a lo máximo que puedo aspirar es a abrir una compuerta para que el pensamiento se dilate...
–¿Qué debates instala la película?
–A los 20 yo quería cambiar el mundo y ahora pienso en qué hacemos con el que tenemos. A mí, que un tipo muestre un mínimo atisbo de predisposición a reflexionar y pensarse me parece bueno. A mí me interesa generar algo en aquel que está más cerrado, más prejuicioso, el que pensás que no va a abrir nunca la compuerta. Ahí es donde hay algo para hacer. El que está a favor de sostener el derecho a la libertad de elección y de palabra, ya viene macerado. Y los otros podemos ser nosotros mismos, puestos en otra situación.
Y se descubrió extrañamente habituado a dirigir, como si estuviera impregnado de cientos de consejos, anécdotas, errores de otros que lo dirigieron, “con un lote de conflictos encima” y –sobre todo– arrepentido de no haber llegado a fondo en la investigación. “Pero frente al hecho consumado, cuando tengo que decidir cuál es la vibración, me doy cuenta de que en la gimnasia del día a día, lidiando con unos y con otros, algunas cosas te quedan –dice–, y vas incorporando más datos de los que habías imaginado. Estoy atento al compromiso más grande: cuidar el relato y a los actores. El corte, la dinámica vienen por añadidura”.

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