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miércoles, 21 de julio de 2010

“Ahora somos una sociedad un poco más igualitaria”

Hubo emoción y euforia. Hubo aplausos y ovaciones. Ante cientos de militantes de la diversidad sexual y un variado arco de invitados, la Presidenta puso su firma al matrimonio igualitario. “Hemos promulgado una construcción social transversal”, dijo.
Por Soledad Vallejos

“Es un momento muy especial para todos”, reconoció la presidenta Cristina Fernández, ante un auditorio de activistas de la diversidad sexual, celebridades, personajes de la cultura, la política y funcionarios que acababan de ver cómo promulgaba, al firmarla, la ley de matrimonio igualitario. Eran las seis y media de la tarde. Sobre la calle Balcarce, todavía serpenteaba una cola de invitados, pero los cientos que habían logrado ingresar alcanzaban para convertir el corazón de la Casa Rosada en una fiesta. Puertas adentro, de pie y entre aplausos, todas esas voces celebraban el instante transformándose en coro: “¡Igualdad! ¡Igualdad!”. Lo mismo, pero clamando nombres propios, había pasado un rato antes, cuando María Rachid, presidenta de la Federación Argentina LGBT (Falgbt), había pisado el escenario para entregar a Fernández un reconocimiento, y también en el momento en que la Presidenta había ingresado al salón. Durante media hora, la alegría inundó los rincones y echó por tierra cualquier intento de seguir un protocolo rígido. No fue la excepción el momento en que Cristina Fernández recordó el pasado inmediato y celebró el presente: “Ahora somos una sociedad un poco más igualitaria que hace una semana”. La ley entrará en vigencia hoy, al ser publicada en el Boletín Oficial.

La ansiedad por participar había comenzado ya en la puerta. Por más que el ingreso fuera habilitándose de a ratos, dosificado, la fila siempre comenzaba en Balcarce 50 y llegaba hasta la entrada del subte ubicada en Irigoyen. Tan sorpresivamente nutrida era la concurrencia que algunos de los invitados estrella todavía pugnaban por entrar a sólo minutos de que comenzara el acto. Del lado de afuera de las rejas que separan Casa de Gobierno de la calle, los elegantísimos Alberto Fernández y Matías Méndez (el matrimonio que se celebró el 4 de junio, en pleno proceso de debate en la Comisión de Legislación General del Senado) habían tenido la precaución de cargar con la libreta colorada que los valida como marido y marido. A su lado, Damián Bernath y Jorge Salazar explicaban a un encargado de seguridad que ellos habían sido los primeros en casarse en la ciudad de Buenos Aires, pero que su libreta permanece bajo custodia judicial. Alberto agitaba la libreta en el aire, gritaba: “¡Somos dos de los matrimonios, tenemos que entrar!”, pero los policías permanecían impertérritos. “Ah, no, esto es discriminación”, bromeaba, tal vez en serio, la abogada del Inadi Carolina von Opiela, que había asistido en nombre propio y también un poco en representación de Alex Freyre y José María Di Bello, sus clientes famosos por haber constituido el primer matrimonio de varones celebrado en Argentina (y que en estos días pasan su luna de miel en Europa). Del montón revoltoso, sólo Esther Goris logró su cometido prontamente. El resto debió esperar un poco más. A unos metros, la activista trans Marlene Wayar esperaba a las redactoras de El Teje, la revista trans de la que es directora.

Dentro de la Casa Rosada, la animación iba en aumento. En primera fila, la diputada Vilma Ibarra charlaba con Enrique Pinti y Pepe Cibrián, mientras Florencia Peña giraba para hablar más cómodamente con Hebe de Bonafini y algunas de las Madres de Plaza de Mayo. Al otro lado del pasillo, Miguel Angel Pichetto, Agustín Rossi y Daniel Filmus compartían vista del escenario con Rachid y el secretario general de la Falgbt Esteban Paulón. Estaban Estela Carlotto, la representante de La Fulana Claudia Castrosín Verdú y, por la Comunidad Homosexual Argentina (CHA), su presidente, César Cigliutti, y el responsable jurídico, Pedro Paradiso Sottile. Como ellos, cientos vieron entrar a la presidenta Fernández escoltada por el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández; el senador José Pampuro, la gobernadora fueguina Fabiana Ríos y sus pares de Santiago del Estero y Tucumán, Gerardo Zamora y José Alperovich. Nomás entrar, la concurrencia estalló: “¡Cristina! ¡Cristina!”. El silencio, a continuación, duró sólo unos segundos: el tiempo que llevó a Fernández estampar su firma para que la promulgación del matrimonio igualitario fuera un hecho.

Con la ley convertida en realidad, el activismo de la diversidad agradeció a Fernández. Primero Cigliutti, en nombre de la CHA; luego Rachid, Paulón y la activista trans María Pía Baudracco, por la Falgbt, y finalmente Castrosín Verdú, por La Fulana, entregaron a la Presidenta placas y hasta remeras en señal de gratitud. “Estas distinciones que me han dado las recibo en nombre de los miles y miles de militantes de esta causa, de la sociedad argentina, aun en nombre de aquellos que no están de acuerdo. En unos años, este debate resultará absolutamente anacrónico”, dijo Fernández, y los aplausos estallaron una vez más.

En un discurso breve, que no eludió la mención del debate que despertó y alimentó la propuesta para ampliar la definición del matrimonio civil, Fernández recuperó políticamente el recorrido diverso y plural del proyecto convertido en ley. “No hemos promulgado una ley, hemos promulgado una construcción social transversal, diversa y amplia” que “pertenece a todos”, dijo, y agradeció explícitamente a las diputadas Ibarra y Silvia Augsburguer (MC), que fueron fundamentales en el tramo inicial del proyecto de ley de matrimonio igualitario. Desde la platea, el presidente de la Asociación de Abogados de Buenos Aires, Eduardo Tavani, y la jurista Nelly Minyersky escuchaban al lado de la jueza Elena Liberatori, que tomaba una foto a la Presidenta. Mosquito Sancineto y Carlos Heller escuchaban con atención.

“No sé cómo se sentiría Eva Perón cuando presenció la sanción de los derechos políticos de la mujer”, reflexionó la Presidenta, y la comparación alcanzó para que el rincón de la Agrupación Nacional Putos Peronistas estallara de emoción. Poco después, saludaban al primer caballero con dedicación de chicos scout peronistas: “Néstor, Néstor, Néstor corazón, acá tenés los putos para la liberación”. Desde los balcones del primer piso, el rosarino Martín Peretti Scioli sacaba cuentas y más cuentas: “Si la ley entra en vigencia mañana mismo, por ahí me caso antes”, explicaba entre detalles de la fiesta de boda que prepara con su novio, Oscar Marvich, y de la alegría que sintió el martes, al pedir turno en el Registro Civil.

En la galería de los Patriotas Latinoamericanos –bendecido desde la eternidad por imágenes del Che Guevara, Juana Azurduy, Juan Domingo Perón y monseñor Romero–, el diseñador Pablo Ramírez, de negro impecable, presenciaba el momento a corta distancia de la activista Lohana Berkins. Los dos quedaron como perdidos entre la multitud que se arremolinó en torno de Cristina Fernández apenas terminado el acto. “¡Quiero sacarme una foto con el matrimonio!”, clamó la Presidenta en cuanto vio a Martín Canevaro y su marido, el afrouruguayo Carlos Alvarez, a quien se declaró entre flashes: “Quiero casarme con vos”. Puesto en el brete, Canevaro concedió: “Y bueno, si él quiere”.

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