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domingo, 13 de diciembre de 2009

Diez parejas que irán a la justicia como Alex y José María cuentan por qué

De Santiago del Estero a Santa Cruz, parejas de todo tipo y de todas las edades enviaron sus fotos a AG Magazine y contaron sus historias a Crítica de la Argentina. El reclamo por el matrimonio gay no se termina en la General Paz.
POR BRUNO BIMBI


“Si pudiéramos, nos habrían casado hace rato. Por supuesto que vamos a presentar el amparo”, dice Vanesa Ferrario, 28 años, productora de medios audiovisuales. Hace cuatro años y medio conoció a Lis Tealdi —la misma edad, cocinera profesional y escritora amateur— y se enamoraron tan rápido que en seis meses ya estaban bajo el mismo techo, en Córdoba Capital.

—¿Por qué se quieren casar?

—Porque nos amamos, porque somos tradicionales, porque tenemos fe en nuestra relación, porque queremos festejar nuestro amor, porque queremos compartir nuestra vida y nuestros derechos...

—¿Qué significa para ustedes el matrimonio civil?

—Significa una vida sin miedos ni prejuicios. Podríamos compartir nuestras ganancias y pobrezas, nuestras enfermedades y alegrías. No queremos formar una "sociedad legal" para comprobar que lo nuestro es nuestro, porque no queremos depender de la buena fe (que la hay y mucha, gracias a Dios) de nuestras familias para heredarnos. Si en un futuro tenemos hijos queremos que sean de las dos y necesitamos para eso el apoyo de la ley. Nos daría el derecho a compartir la obra social, a acompañarnos mutuamente en caso de enfermedad... algo que hoy no se nos permite porque "no somos parientes".

A pesar del revés de la suspensión del casamiento entre Alex Freyre y José María Di Bello, Vanesa y Lis están dispuestas a acudir a la Justicia para reclamar su derecho al matrimonio civil. No son las únicas.

Marcelo y Miguel son pareja hace trece años y hace once que viven juntos en Río Turbio, provincia de Santa Cruz. Miguel es docente y Marcelo trabaja como administrativo en una escuela para adultos. “Este es un pueblo pequeño, con poca vida social. La mayoría de nuestros amigos de acá son heterosexuales, pero casi todo el pueblo nos conoce y sabe que somos una pareja de hombres. Eso no nos ha impedido vivir nuestra vida con tranquilidad, ya que somos muy respetados y queridos, quizás sea gracias a que vivimos sin ocultarnos de nadie ni mentir y somos buena gente”, explica Marcelo, que nació en Buenos Aires pero se fue a la provincia de la Presidenta para poder radicarse junto con el hombre al que ama.

—Si fuera posible, ¿se casarían?

—Los dos estamos de acuerdo con el matrimonio, aunque todavía no lo hemos planeado, quizás porque no queremos ilusionarnos con algo que no sabemos si será posible. Si existiera la posibilidad, por supuesto que lo haríamos. Estar casados nos permitiría proteger la pareja en situaciones en las que, de otro modo, estaríamos desamparados. No buscamos una unión amparada por la iglesia, ya que yo no soy religioso y además no creemos en la institución. Pero sí creemos en el matrimonio civil. Además, más allá de la decisión personal de casarnos o no, queremos sentirnos ciudadanos con los mismos derechos que el resto, y saber que si decidimos hacerlo, con un simple trámite podemos acceder a esta posibilidad.

—¿Van a presentar un recurso de amparo, como hicieron Alex y José María?

—En nuestro pueblo, no sé si sería productivo, ya que no creemos que algún juez esté dispuesto a jugarse. De todos modos, si es necesario para conseguir que la ley se apruebe, lo haremos. Estamos en permanente contacto con la Federación Argentina LGBT para informarnos sobre el tema.

En el barrio de San Cristóbal, en la Ciudad de Buenos Aires, Sergio García, 45 años, y Raúl Nadich, 62, tienen más esperanzas de conseguir un fallo a favor y poder casarse. Llevan siete años en pareja, viven juntos y en 2006 hicieron la unión civil, pero saben que con eso no alcanza. “Yo tengo tres hijos biológicos, de modo que sólo podría dejarle a Raúl el 20% de mis bienes”, explica Sergio, que trabaja como empleado ferroviario. Raúl es asistente gerontológico. “Vamos a hablar con la Federación para presentar nuestro amparo”, aseguran.

Norma Castillo, de sesenta y siete de edad, presidenta del primer Centro de Jubilados para Lesbianas, Gays, Bisexuales y Trans de la Argentina, reclamará a la justicia su derecho a casarse con quien desde hace treinta años es su mujer, Ramona Arévalo. La pareja vivió en Colombia durante un tiempo, hasta que decidieron volver a la Argentina. Cuando llegaron, hicieron la unión civil y todo el barrio de Parque Chás las acompañó al Registro. Fue una fiesta inolvidable. Ahora van por más: quieren casarse con todas las de la ley e irán a la justicia para conseguirlo. “Después de treinta años juntas, nadie nos va a discutir que somos un matrimonio”, dicen.

Daniel Lavella y Marcelo Cantó llevan juntos siete años y están legalmente casados desde hace tres. Viven en España, donde el matrimonio gay es legal desde 2005, pero quieren viajar a la Argentina para pedir que su matrimonio sea reconocido acá también. “Poseemos bienes allí, que quedarían protegidos para la pareja con el reconocimiento de nuestro matrimonio en Argentina. Además tenemos una empresa juntos”, explica Marcelo.

Lejos de la avanzada legislación española, que además de reconocer los matrimonios entre personas del mismo sexo cuenta con una ley de identidad de género que reconoce la identidad de las personas trans, Cintia Pili, travesti de 34 años de edad, no puede casarse con su novio, Diego Luna, ya que el Registro Civil la considera un hombre. Cintia es de Balcarce, provincia de Buenos Aires, y hace ocho años que convive con Diego. “Con mucho sacrificio nos compramos nuestra casa y somos muy felices. Yo estoy en situación de trabajo sexual y él es constructor de obra, albañil, pintor y techista. Queremos casarnos, más allá de que un papel no diferencia nuestro amor, porque nos importa tener el mismo derecho que todas las personas de este país, compartir la obra social y que lo que hemos luchado juntos, el día que falte alguno de los dos, el que queda no se quede en la calle”, explica.

Más jóvenes que los demás, Julio y Juan, ambos con dieciocho años, aún no viven juntos, aunque hace un año que son pareja. Julio está terminando la secundaria y Juan está en el CBC. “Todavía deberíamos pensar si queremos casarnos, a veces nos imaginamos cómo sería nuestro casamiento y nos gusta la idea de que todas las parejas presentemos amparos. Es simple, nos amamos y no vemos por qué nos niegan un derecho que cualquier persona debe tener. Es injusto y discriminatorio”, dice Julio. Con algunos años más, Javier Ulla, de 20, y Roberto Suárez, de 23, son pareja hace un año y medio, pero quieren esperar a recibirse para vivir juntos. Viven en Santiago del Estero. Javier es profesor de inglés y va por la mitad de la carrera de Psicología, mientras que Roberto estudia diseño gráfico y coordina un taller en una escuela para niños con capacidades diferentes. “Preferimos esperar unos años más hasta que nuestras carreras estén finalizadas y podamos ser independientes de nuestras familias”, aclara Roberto. Sin embargo, la idea de casarse ya está en sus planes: “Es algo que soñamos hace rato y el Estado tiene la obligación de darnos el marco legal para que podamos hacerlo”, explican.

—¿Qué le dirían a los diputados que deben tratar la ley de matrimonio entre personas del mismo sexo?

—Que se pongan en la posición de padres y que imaginen cómo se sentirían sus hijos estuviesen en nuestro lugar. O inclusive que ellos mismos se pongan en nuestro lugar. No hay que confundir el matrimonio civil con el religioso. Que no esté permitido el matrimonio para personas del mismo sexo es una manera de invisibilizar nuestros derechos y, sobre todo, nuestro amor.

En Rosario, Martín Peretti Scioli, de treinta y seis años, y Oscar Marvich, de treinta y dos, ya presentaron su recurso de amparo para casarse. Lo hicieron en febrero del año pasado, antes que Alex y José María, pero el fallo de primera instancia fue en contra. Ahora esperan que la Cámara se pronuncie y de ser necesario llegarán hasta la Corte Suprema de Justicia de la Nación, que ya tiene en estudio los dos primeros recursos: el de María Rachid y Claudia Castro y el de Alejandro Vannelli y Ernesto Larrese. Martín es diseñador gráfico y dirige el portal AG Magazine. Oscar es contador público y trabaja en una pyme. En su propia web, Martín publicó recientemente una dura carta abierta a Cristina Kirchner, luego que los diputados oficialistas dejaran sin quórum la reunión en la que debía votarse el dictamen de la ley de matrimonio gay. “Nada me provocaría mayor satisfacción que ver que la mandataria de mi país se suma a esta lucha que muchos y muchas hicimos propia y muestra tener el valor para tomar partido ante nuestro reclamos por el matrimonio para parejas del mismo sexo y explicarle al Vaticano que Argentina es un país laico y que su gobierno tiene como prioridad la felicidad de sus ciudadanos y ciudadanas”, decía.

Vecinas de Villa Mercedes, provincia de San Luis, Mariela y Elena conviven en una relación estable hace siete años. Mariela tiene 32 años y es abogada, Elena tiene 33 y es periodista. “Queremos casarnos porque nos amamos, y además entendemos que el estado debe reconocer nuestros derechos como ciudadanas iguales ante la ley. Tributamos, trabajamos, hacemos nuestro aporte y cumplimos con la sociedad como cualquier otro. No gozar de los mismos derechos nos coloca en una situación de inferioridad”, dice Elena. Escuchando las noticias, ayer supieron que el matrimonio de Alex y José María no había podido realizarse, pero no bajan los brazos: “Vamos a contactarnos ya con la Federación para presentar un amparo por nuestro caso y sumarnos a la campaña”.

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