El mandatario hizo las aberrantes afirmaciones un día después de la jornada mundial de lucha contra la homofobia.
Según informa el sitio gay español AmbienteG.com, el presidente de Gambia, Yahya Jammeh, amenazó el pasado domingo –un día después de la jornada internacional contra la lesbo, trans y homofobia– a todos los homosexuales y a aquellos que dicen ser sus amigos. Dijo que cortaría la cabeza de cualquier homosexual que detuviera en su país.
En su particular "caza gay" se propone cerrar todos los hoteles y moteles que den alojamientos a los gays, así como detener a sus propietarios. Si, seguimos estando en el siglo XXI, no estáis sufriendo una regresión al medioevo.
En su discurso declaró que Gambia es un país de creyentes que no puede tolerar ningún acto inmoral y pecaminoso. Parece ser que el asesinato masivo de seres humanos no es ni inmoral ni pecaminoso para el sátrapa Gambiano.
Advirtió a los homosexuales que abandonen el país si no quieren ser detenidos y asesinados. «Vamos a ser más estrictos que en Irán» declaró.
En febrero de este año se informó varios medios de comunicación informaron de la huida masiva de homosexuales senegaleses hacia Gambia para evitar la persecución a la que estaban siendo sometidos.
Aun cuando las declaraciones de Jammeh son aberrantes, la agenda de los grandes medios de comunicación no parecen muy interesados en estas noticias.
Por cierto, este lunático fue el mismo que anunció que había descubierto un remedio contra el VIH/SIDA, consistente en una mezcla de hierbas aromáticas, una bebida amarga de color amarillo y dos plátanos.
sábado, 31 de mayo de 2008
viernes, 30 de mayo de 2008
HOMOSEXUALIDAD - NOTA PUBLICADA EN EL DIARIO HOY DE ECUADOR
Muy interesante, en el diario HOY de Ecuador a propósito de que Obispos católicos, aunque no aceptan el "matrimonio" gay no niegan el derecho a formar parejas con fines patrimoniales y otros. Léanlo por favor
Por Rodrigo Tenorio Ambrossi
Nuevamente se ha puesto sobre el tapete el tema de la homosexualidad. Como siempre que se abordan temas que, de una u otra manera, contradicen las supuestas normalidades, de inmediato aparecen los prejuicios. Qué difícil para muchos cambiar sus formas de mirar e interpretar el mundo, pues se sienten muy protegidos tras la trinchera de las antiguas concepciones sociales y religiosas. Soñamos que se ha volteado, de una vez por todas, la página de los prejuicios y de ciertas actitudes religiosas francamente ominosas. Buena parte del tema de los derechos pertenece al universo del papel.
Todavía se ataca la homosexualidad desde ciertos sectores sociales y políticos que se empecinan en juzgar que la única manera de estar bien en el mundo es siendo heterosexual.
Parece inconcebible que algunos discursos religiosos aún digan, sin el más mínimo sonrojo, que la homosexualidad es un pecado porque Dios hizo hombres y mujeres y que los hombres deben unirse con mujeres y nunca las mujeres entre sí y, peor aún, los hombres con otros hombres. Son los que hablan a nombre de un Dios de quien se consideran voceros oficiales.
Sin embargo, hay algo nuevo. Un obispo se ha permitido aceptar, a nombre de la Iglesia, la convivencia de homosexuales como pareja legítima. Un paso enorme porque se ha abandonado tanto la idea de que la única sexualidad legítima es la heterosexualidad, como la seguridad de que la homosexualidad no es otra cosa que una forma más de pecar. Se ha aceptado que la ética de la sexualidad no se basa en la heterosexualidad, sino en la calidad de las relaciones con los otros. Eso implica aceptar que la sexualidad no es otra cosa que la forma de estar en el mundo, de interpretarlo y de vivir, de manera legítima, lo placentero y gozoso. Además, se ha reconocido que la sexualidad es una construcción que se inicia aun antes del nacimiento y que se extiende a lo largo de la vida y que, en ese proceso, pueden acontecer mil cosas que dejan huella y que hasta la desorganizan. ¿En dónde y por qué se producen esas variaciones? Las respuestas son múltiples, pero ninguna de ellas tendrá que ver con una ética del pecado y del mal.
Se ha dado un primer paso que permitirá, poco a poco, dar otros que aún no tienen espacio en las condiciones culturales de nuestro medio. Hay que celebrar el hecho de que, finalmente, se ha sacado a los homosexuales de las puertas del infierno. El único infierno posible son los otros que rechazan las diferencias, los que se consideran dueños de la verdad y que se presentan como modelos éticos a seguir como si todavía fuésemos ese inmenso redil cristiano de los siglos pasados.
E-mail: rtenorio@hoy. com.ec
Por Rodrigo Tenorio Ambrossi
Nuevamente se ha puesto sobre el tapete el tema de la homosexualidad. Como siempre que se abordan temas que, de una u otra manera, contradicen las supuestas normalidades, de inmediato aparecen los prejuicios. Qué difícil para muchos cambiar sus formas de mirar e interpretar el mundo, pues se sienten muy protegidos tras la trinchera de las antiguas concepciones sociales y religiosas. Soñamos que se ha volteado, de una vez por todas, la página de los prejuicios y de ciertas actitudes religiosas francamente ominosas. Buena parte del tema de los derechos pertenece al universo del papel.
Todavía se ataca la homosexualidad desde ciertos sectores sociales y políticos que se empecinan en juzgar que la única manera de estar bien en el mundo es siendo heterosexual.
Parece inconcebible que algunos discursos religiosos aún digan, sin el más mínimo sonrojo, que la homosexualidad es un pecado porque Dios hizo hombres y mujeres y que los hombres deben unirse con mujeres y nunca las mujeres entre sí y, peor aún, los hombres con otros hombres. Son los que hablan a nombre de un Dios de quien se consideran voceros oficiales.
Sin embargo, hay algo nuevo. Un obispo se ha permitido aceptar, a nombre de la Iglesia, la convivencia de homosexuales como pareja legítima. Un paso enorme porque se ha abandonado tanto la idea de que la única sexualidad legítima es la heterosexualidad, como la seguridad de que la homosexualidad no es otra cosa que una forma más de pecar. Se ha aceptado que la ética de la sexualidad no se basa en la heterosexualidad, sino en la calidad de las relaciones con los otros. Eso implica aceptar que la sexualidad no es otra cosa que la forma de estar en el mundo, de interpretarlo y de vivir, de manera legítima, lo placentero y gozoso. Además, se ha reconocido que la sexualidad es una construcción que se inicia aun antes del nacimiento y que se extiende a lo largo de la vida y que, en ese proceso, pueden acontecer mil cosas que dejan huella y que hasta la desorganizan. ¿En dónde y por qué se producen esas variaciones? Las respuestas son múltiples, pero ninguna de ellas tendrá que ver con una ética del pecado y del mal.
Se ha dado un primer paso que permitirá, poco a poco, dar otros que aún no tienen espacio en las condiciones culturales de nuestro medio. Hay que celebrar el hecho de que, finalmente, se ha sacado a los homosexuales de las puertas del infierno. El único infierno posible son los otros que rechazan las diferencias, los que se consideran dueños de la verdad y que se presentan como modelos éticos a seguir como si todavía fuésemos ese inmenso redil cristiano de los siglos pasados.
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martes, 27 de mayo de 2008
lunes, 26 de mayo de 2008
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