Cada mirada era insoportablemente bella.
Desde que lo conocí interiormente era aún más el amor que sentía por él. Sólo nos separaban ciertas cosas que se habían transformado en un calvario. Daniel tenía 13 años y yo 24, pero además, él era mi sobrino y yo – por ende -, su tío.
Nunca Daniel suponía cuanto lo quería y que ese amor era lo más parecido a una guillotina que estaba pendiente sobre mi cabeza. Muchas veces intente saber si estaba enfermo. Me preguntaba si era un amor anormal el de estar embragado por el cuerpo y el alma de un pariente tan cercano y en etapa de formación.
Traté al comienzo, de poner todas las barreras naturales a tal modismo. Pero no lo logré. Aún en mis noches solo, lo idealizaba y pensaba en él como si estuviera recostado al lado mío, y ello me hacía vibrar hasta los huesos.
Yo cometí el error de inducirlo. Le largaba indirectas y él me respondía con sonrisas. Un día nos quedamos solos en casa. El había venido desde Alta Gracia a pasar un fin de semana en lo de sus tíos y abuelos.
El verano fulgurante, atravesaba con su calor impiadoso, los techos de loza. La siesta de los 80 era ardorosa en Enero e insistí en descansar. Surgieron miradas cómplices. Sé que él algo sabía de mí, me preguntaba dudoso por mi novia o si había alguna chica en el horizonte. Yo le contestaba huidizamente, que no estaba en mi mente tener una novia ni una historia; él me había dicho que su primera historia la había concebido en noviembre pasado cuando estaba a punto de finalizar la primaria, con una chica 3 años mayor a él. Que le había gustado pero que no la había vuelto a ver más puesto que se había mudado a Serrezuela.
En mis miradas, y viéndolo casi en slip, podía aseverar que para su edad, tenía un complemento inusual entre las piernas.
Esa tarde decidió pegarse un baño y luego recostarse sobre una de las camas de la habitación. Yo estaba en otra contigua.
Hablamos como 40 minutos hasta que se durmió. Yo en realidad no podía pegar un ojo y mi calentura hacia él, viéndolo boca arriba y con todo esa imagen de potrillo moreno de excelente cuerpo, pectorales levemente marcados y piernas de formadas a fuerza de bicicleta y monte, era realmente eterna y apabullante.
Dos minutos más tarde estaba profundamente dormido.
Saqué fuerzas de donde no tenía y me puse de rodillas ante él. No me animé a tocarlo por un instante. Pensé que sucedería si se despertaba. Al rato, tomé impulso y roce mis dedos sobre su slip y le toqué levemente el bulto.
No contento con eso, traté de levantarle el elástico e introducir uno de mis dedos en su interior hasta que lo alcancé. No estaba totalmente dormido y ante el roce de mi dedo atinó a despertarse. Yo no quería, pero mis deseos iban más allá y quería saborearlo, llevando hasta el límite su eterno sueño y rogando a que no despertara.
Minutos más tarde me las ingenié para sacarla del slip y bajárselo un poco antes. Froté su pene entre mis dedos y éste se puso más tenso… aproveché para acercar mis labios y besarlo, luego lo introduje levemente en mi boca sin hacer demasiada fuerza como para que no sienta demasiado.
Estuve allí como 5 minutos hasta que me apoye en sus abdominales. Pasaron segundos hasta que sentí su mano sobre mi cabeza. Mis manos transpiraban y temblaba. El empujó su pene que para ese entonces estaba bien duro, hasta adentro de mi garganta. Nunca había supuesto que era tan grande para su edad.
No sabía si estaba haciendo bien, pero como me gustó, seguí.
Mi sexo oral, logró su eyaculación por dos veces casi seguidas. Al final, yo con culpa, me metí en mi cama y al rato, dándole la espalda, le dije: “perdón… me calientas mucho”. El sólo me dijo: “dormite… ya lo sabía… todo bien”.
Fue en ese instante cuando sentí que había pasado de ser el tío al que todos miraban con respecto, al más inferior de la raza. No me sentí con moral y me costaba pensar que le diría al levantarnos o que me diría él.
En realidad no ocurrió nada más. El siguió viniendo a casa, seguimos riéndonos, pero ambos sabíamos que gardábamos un secreto importante. Nunca se habló más del tema. Yo seguí enamorado de él hasta el día de hoy.
Daniel se terminó casando con una vecina de Alta Gracia. Me eligió como padrino. Los años pasaron y hoy nos contamos miles de cosas. Mi pareja actual sabe toda la historia y me comprende. Comprende que jamás podré olvidarme de aquella tarde de verano.
Acento invertido
Nota
Las relaciones incestuosas o de sanguinales han crecido en nuestro país un 60% en los últimos 5 años. Hay cada 10 casos 2 que corresponden a éste tipo de encuentros; sólo 1 de cada 100 casos se denuncia, casi nunca es plausible lograr probarlo.
NOTA PUBLICADA EN : www.cbaalternativa.blogspot.com
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