La educación sexual
A pesar de que hay quienes afirman que siempre ha existido algún tipo de educación sexual en nuestro medios, podríamos pensar que se confunden los términos y, en realidad, de lo que se está hablando es de la socialización sexual, entendida como una manera de transmitir a los niños, jóvenes y adultos un determinado modelo de sexualidad: valores, juicios, prejuicios, mitos, sin ningún tipo de intencionalidad de cambio.
Cuando de sexo no se hablaba, ni estaba permitido o, más claramente, se lo prohibía o reprimía, eso también era una manera de socializar pero no con el concepto actual de educar. Tal vez el silencio y el silenciar son una manera de comunicar algo: el concepto de “eso no se mira, eso no se dice, eso no se toca” era ciertamente, y lo sigue siendo, una ideología pero sin finalidad educativa, ya que ésta implicaría una estrategia y un desarrollo particular.
“Eso no se mira, eso no se dice, eso no se toca”
Los padres son los primeros educadores pero no lo son exclusivamente por explicar detalladas cuestiones anatómicas y fisiológicas sino por ser modelo de actitudes (si, p.ej., los padres de un niño no se muestran como una pareja afectuosa con manifestaciones de cariño, es en vano que le expliquen al pequeño que debe ser afectuoso cuando grande). Sería algo limitado centrar todo el tema de la educación sexual exclusivamente en los padres sino que los docentes, los religiosos que están en contacto con la sociedad, los medios de comunicación masiva, los profesionales, participan de una u otra manera en el proceso de formación sexual y no sexual en los niños y adolescentes.
La educación sexual no es sólo una explicación de cómo son los genitales o el funcionamiento mecánico de los mismos, ni de las prevenciones ante las enfermedades de transmisión sexual o las maneras de evitar un embarazo ni de indicar a la gente ciertas y determinadas prescripciones, sino también en que, y quizás esto parecerá obvio, el sexo va ligado al goce y al placer. Si observamos detenidamente veremos que lo que siempre se ha prohibido o castigado -de eso sabe el puritanismo- es la sexualidad placentera. El ser humano era un homo faber, un ser destinado a trabajar, reverenciar a los mayores y a sus dioses, procrear y criar a sus hijos. Pero no era alguien que debía disfrutar la vida plenamente, gozar del sexo, perder el tiempo, dedicarse a jugar o a los placeres corporales. La vida tenía así una connotación severa y austera, con un concepto del pecado y el castigo por la transgresión de las normas imperantes (los interdictos de que hablaba Bataille).
“Lo que es pornografía para un hombre puede ser la risa del genio para otro”
D. H. Lawrence
Es bueno aclarar que estos criterios no se mantuvieron en todas las etapas de la Historia ya que no es lo mismo el concepto hedonista grecorromano al posterior del auge del Cristianismo y el Medioevo, ni el Renacimiento igual a la época de la Reforma y la Contrarreforma. Esto se relaciona inevitablemente con una cuestión axiológica, valorativa: intervienen la ética y la moral, pero estos valores también difieren según las creencias personales, religiosas, socioculturales, históricas y geográficas. Lo que para algunos está bien para otros no lo está, si en un país algo es normal puede que no lo sea en otro.
“- Pero... este cuadro es obsceno”, dijo la señora.
“- La obscena es usted”, contestó Pablo Picasso.
Entonces no deberíamos manejarnos con normas rígidas e inmutables, como si el mundo no hubiera soportado cambios radicales en la concepción de los valores. No hay una sola moral como no hay una sola ética: vemos lamentablemente que a lo largo de la Historia, en nombre de ciertas creencias, se ha matado, torturado y perseguido a millones de personas porque no pensaban lo mismo que los detentadores del “poder, la moral y la verdad”. Por ello hay un punto polémico: qué decir sin caer en una concepción maniqueísmo del universo, ya que entran en juego ideologías contrapuestas. Un ejemplo lo vemos en cómo deben ser las mujeres y cómo los varones: cuál debería ser el rol y la identidad de cada uno de los sexos, lo que supone que una mujer debería ser y hacer en la vida, cómo comportarse y a qué dedicarse. En esto la socialización sexual ha sido sistemática: la mujer esposamadrehermanas antapura dedicada a las tareas hogareñas, a la sombra del marido, del padre, del hermano, del jefe.
“Padre patrón padre eterno”
Los varones no se han escapado de una conformación deliberada de lo que debían ser: fuertes, varoniles, agresivos, enjundiosos, triunfadores, siempre listos, ganadores, activos, dominantes.. . Esto también ha sido una manera deliberada de transmitir información sexual.
Nadie debería erigirse en el poseedor de verdades absolutas ni en el dueño del conocimiento, sino aprovechar el contacto con diversas personas de la comunidad (docentes, asistentes sociales, organizaciones no gubernamentales y gremiales, medios de comunicación) , ya que son los receptores de las inquietudes y dudas de vastas capas de la población. Por supuesto deberíamos escuchar atentamente qué nos dice la gente, qué nos enseña cuando nos está hablando de sus peculiares condiciones de vida, de sus creencias y valoración de actitudes.
No comparto la polaridad antitética del educador que sabe y del alumno ignorante que no sabe. Esta es una concepción autoritaria de la enseñanza que no ayuda a liberar a nadie de la represión y el puritanismo. Aún nos falta aprender mucho de las necesidades de los niños y de la población en general para adecuar de qué manera vamos a transmitir información y experiencias y qué es lo que vamos a enseñar.
Una de las asociaciones peligrosas y falaces es ligar la educación sexual con lo antirreligioso, lo ateo y materialista, la pornografía, la droga, la disolución familiar y social. Creemos que el amor, el cariño, la no discriminació n y el respeto son algo básico en la relación entre las personas, incluyendo lo sexual. Los valores de la gente no deberían ser demolidos contraponiendo sexo por un lado, religión y valores por otro.
Otros comentarios tendenciosos tienden a relacionar el momento de aparición de esta necesidad de planes de educación sexual con una cierta apertura en revistas, films o programas donde se habla de manera procaz y meramente mercantilista sobre el sexo, viéndolo como una relación causa-efecto. Es un reduccionismo simplista ligar la necesidad de la educación sexual con el auge de la pornografía o por un mayor consumo de drogas, negando sinceros deseos de la gente de saber más sobre sexualidad humana y de disfrutar mejor del amor y el erotismo.
“El hombre descubrió una rara dicotomía: amor físico y amor espiritual.
Antes sólo conocía el amor...” José Narovsky
Por el contrario, pensamos que una educación sexual sana y coherente podría neutralizar una concepción denigrada de la vida amorosa y erótica, previniendo disfunciones sexuales y sufrimientos innecesarios; ayudando, entre otras cosas, para el logro de una existencia más digna y sin temores, miedos, tabúes ni culpas por el hecho, tan simple y primario, de que siendo sexuados hemos nacido con la posibilidad y necesidad de amar y disfrutar de nuestro cuerpo ( “...que son las cosas del alma”, diría el poeta Walt Whitman) tanto como de nuestra sexualidad.
A pesar de que hay quienes afirman que siempre ha existido algún tipo de educación sexual en nuestro medios, podríamos pensar que se confunden los términos y, en realidad, de lo que se está hablando es de la socialización sexual, entendida como una manera de transmitir a los niños, jóvenes y adultos un determinado modelo de sexualidad: valores, juicios, prejuicios, mitos, sin ningún tipo de intencionalidad de cambio.
Cuando de sexo no se hablaba, ni estaba permitido o, más claramente, se lo prohibía o reprimía, eso también era una manera de socializar pero no con el concepto actual de educar. Tal vez el silencio y el silenciar son una manera de comunicar algo: el concepto de “eso no se mira, eso no se dice, eso no se toca” era ciertamente, y lo sigue siendo, una ideología pero sin finalidad educativa, ya que ésta implicaría una estrategia y un desarrollo particular.
“Eso no se mira, eso no se dice, eso no se toca”
Los padres son los primeros educadores pero no lo son exclusivamente por explicar detalladas cuestiones anatómicas y fisiológicas sino por ser modelo de actitudes (si, p.ej., los padres de un niño no se muestran como una pareja afectuosa con manifestaciones de cariño, es en vano que le expliquen al pequeño que debe ser afectuoso cuando grande). Sería algo limitado centrar todo el tema de la educación sexual exclusivamente en los padres sino que los docentes, los religiosos que están en contacto con la sociedad, los medios de comunicación masiva, los profesionales, participan de una u otra manera en el proceso de formación sexual y no sexual en los niños y adolescentes.
La educación sexual no es sólo una explicación de cómo son los genitales o el funcionamiento mecánico de los mismos, ni de las prevenciones ante las enfermedades de transmisión sexual o las maneras de evitar un embarazo ni de indicar a la gente ciertas y determinadas prescripciones, sino también en que, y quizás esto parecerá obvio, el sexo va ligado al goce y al placer. Si observamos detenidamente veremos que lo que siempre se ha prohibido o castigado -de eso sabe el puritanismo- es la sexualidad placentera. El ser humano era un homo faber, un ser destinado a trabajar, reverenciar a los mayores y a sus dioses, procrear y criar a sus hijos. Pero no era alguien que debía disfrutar la vida plenamente, gozar del sexo, perder el tiempo, dedicarse a jugar o a los placeres corporales. La vida tenía así una connotación severa y austera, con un concepto del pecado y el castigo por la transgresión de las normas imperantes (los interdictos de que hablaba Bataille).
“Lo que es pornografía para un hombre puede ser la risa del genio para otro”
D. H. Lawrence
Es bueno aclarar que estos criterios no se mantuvieron en todas las etapas de la Historia ya que no es lo mismo el concepto hedonista grecorromano al posterior del auge del Cristianismo y el Medioevo, ni el Renacimiento igual a la época de la Reforma y la Contrarreforma. Esto se relaciona inevitablemente con una cuestión axiológica, valorativa: intervienen la ética y la moral, pero estos valores también difieren según las creencias personales, religiosas, socioculturales, históricas y geográficas. Lo que para algunos está bien para otros no lo está, si en un país algo es normal puede que no lo sea en otro.
“- Pero... este cuadro es obsceno”, dijo la señora.
“- La obscena es usted”, contestó Pablo Picasso.
Entonces no deberíamos manejarnos con normas rígidas e inmutables, como si el mundo no hubiera soportado cambios radicales en la concepción de los valores. No hay una sola moral como no hay una sola ética: vemos lamentablemente que a lo largo de la Historia, en nombre de ciertas creencias, se ha matado, torturado y perseguido a millones de personas porque no pensaban lo mismo que los detentadores del “poder, la moral y la verdad”. Por ello hay un punto polémico: qué decir sin caer en una concepción maniqueísmo del universo, ya que entran en juego ideologías contrapuestas. Un ejemplo lo vemos en cómo deben ser las mujeres y cómo los varones: cuál debería ser el rol y la identidad de cada uno de los sexos, lo que supone que una mujer debería ser y hacer en la vida, cómo comportarse y a qué dedicarse. En esto la socialización sexual ha sido sistemática: la mujer esposamadrehermanas antapura dedicada a las tareas hogareñas, a la sombra del marido, del padre, del hermano, del jefe.
“Padre patrón padre eterno”
Los varones no se han escapado de una conformación deliberada de lo que debían ser: fuertes, varoniles, agresivos, enjundiosos, triunfadores, siempre listos, ganadores, activos, dominantes.. . Esto también ha sido una manera deliberada de transmitir información sexual.
Nadie debería erigirse en el poseedor de verdades absolutas ni en el dueño del conocimiento, sino aprovechar el contacto con diversas personas de la comunidad (docentes, asistentes sociales, organizaciones no gubernamentales y gremiales, medios de comunicación) , ya que son los receptores de las inquietudes y dudas de vastas capas de la población. Por supuesto deberíamos escuchar atentamente qué nos dice la gente, qué nos enseña cuando nos está hablando de sus peculiares condiciones de vida, de sus creencias y valoración de actitudes.
No comparto la polaridad antitética del educador que sabe y del alumno ignorante que no sabe. Esta es una concepción autoritaria de la enseñanza que no ayuda a liberar a nadie de la represión y el puritanismo. Aún nos falta aprender mucho de las necesidades de los niños y de la población en general para adecuar de qué manera vamos a transmitir información y experiencias y qué es lo que vamos a enseñar.
Una de las asociaciones peligrosas y falaces es ligar la educación sexual con lo antirreligioso, lo ateo y materialista, la pornografía, la droga, la disolución familiar y social. Creemos que el amor, el cariño, la no discriminació n y el respeto son algo básico en la relación entre las personas, incluyendo lo sexual. Los valores de la gente no deberían ser demolidos contraponiendo sexo por un lado, religión y valores por otro.
Otros comentarios tendenciosos tienden a relacionar el momento de aparición de esta necesidad de planes de educación sexual con una cierta apertura en revistas, films o programas donde se habla de manera procaz y meramente mercantilista sobre el sexo, viéndolo como una relación causa-efecto. Es un reduccionismo simplista ligar la necesidad de la educación sexual con el auge de la pornografía o por un mayor consumo de drogas, negando sinceros deseos de la gente de saber más sobre sexualidad humana y de disfrutar mejor del amor y el erotismo.
“El hombre descubrió una rara dicotomía: amor físico y amor espiritual.
Antes sólo conocía el amor...” José Narovsky
Por el contrario, pensamos que una educación sexual sana y coherente podría neutralizar una concepción denigrada de la vida amorosa y erótica, previniendo disfunciones sexuales y sufrimientos innecesarios; ayudando, entre otras cosas, para el logro de una existencia más digna y sin temores, miedos, tabúes ni culpas por el hecho, tan simple y primario, de que siendo sexuados hemos nacido con la posibilidad y necesidad de amar y disfrutar de nuestro cuerpo ( “...que son las cosas del alma”, diría el poeta Walt Whitman) tanto como de nuestra sexualidad.