lunes, 5 de octubre de 2009
¿Tendrá Alemania un nuevo ministro de Exteriores gay?
Dicen que detrás de todo gran hombre hay una gran mujer. En este caso, detrás de Guido Westerwelle, que posiblemente será nombrado en un mes nuevo ministro de Exteriores y vicecanciller de Alemania, está Michael Mronz. Westerwelle, líder del Partido Liberal FDP, nunca ha ocultado su homosexualidad. Y nunca se ha servido de ella.
Supondrá sin duda un quebradero de cabeza para los encargados de protocolo durante la legislatura que está comenzando en Alemania, dado que se presentarán multitud de situaciones para las que los clásicos manuales no ofrecen respuesta. Pero al resto de los alemanes no parece preocuparles en absoluto. Han transcurrido 70 años desde la estrella rosa que marcaba a la casta más baja de los prisioneros en los campos de concentración nazis hasta el vicecanciller Westerwelle.
El pasado domingo por la noche, la sede del Partido Liberal de Berlín era un bullicio de fiesta. El volumen de la música y las copas no permitían escuchar los detalles sobre el triunfo del FDP, que había conseguido un 14,6% de los votos y se perfilaba claramente como próximo socio de gobierno de Angela Merkel.
Cuando apareció Westerwelle, los gritos y aplausos hicieron temblar las mesas, a modo de fenómeno sísmico. En ese momento de éxito, tras un largo y duro camino hacia el poder, se fundió en un abrazo y un beso, a la vista de todos, con Michael Mronz, su pareja desde hace años.
Guido y Michael se conocieron en agosto de 2003 a orillas del Rin, durante un congreso de empresarios en Colonia. Fue un flechazo. En aquella época, Westerwelle salía todavía mucho, y pronto se dejaron ver juntos en la Ständige Vertretung, el bar de Mitte (Berlín) que reunía a los más pijos y procedentes de Bonn, que invadían la recién nombrada capital alemana.
¿Quién es el chico que está con Westerwelle?
Guido era el efervescente centro de todas las conversaciones. Michael, en segundo plano, el que sorprendía con una gran capacidad para crear un clima de confianza. "¿Quién es el chico que está con Westerwelle?", se oía preguntar entre las cervezas. "Se lama Micky, van en serio", aclaraba alguien. Micky resultaba ser el hijo de un arquitecto, conducía un Mercedes y se dedicaba a la organización de eventos deportivos como competiciones ecuestres y torneos de tenis. Dirigía su propia empresa, la MMP.
Westerwelle había dejado atrás una etapa algo más descocada, en la que la desmesura parecía marcar sus apariciones políticas. En 2001, para llamar la atención sobre su partido, intervino en Gran Hermano. Y en 2002 había recorrido el país en un autobús llamado Guidomóvil en el que hacía campaña electoral. En la suela de sus zapatos había escrito con pintura blanca "18%", porque ése era el objetivo que se había marcado en las urnas.
Con los años, no han aparecido fisuras en la pareja, algo que contrasta con la trayectoria política de Westerwelle, que sí adolece de cierta inconsistencia ideológica. "Es alguien mucho más motivado por la carrera de político que por el contenido de la política" y, en otras palabras, "sin convicciones profundas ni compromisos", afirma su biógrafo Majid Sattar. Pero lo que al principio de su carrera parecía frivolidad, se convirtió en transparencia. En 2004, Angela Merkel cumplía 50 años y en la lista de invitados, sin acompañante, aparecía Westerwelle.
El ministro de Hacienda de Duisburg dijo: "Yo no querría un ministro de Relaciones Exteriores gay"Guido la llamó por teléfono para preguntarle si le importaría que asistiera con su compañero. Merkel aceptó encantada. Según testigos, su actitud cariñosa y su naturalidad hacia la pareja ayudó a que Michael se sintiera cómodo en esta presentación en sociedad para Westerwelle.
Eso sí, la Merkel, que aunque a algunos les parezca recién caída del guindo es un viejo zorro de la política, utilizó la inesperada situación para anotarse un tanto contra sus propios rivales internos, los muy conservadores bávaros de la CSU, que tantas piedras han puesto en su camino hacia el liderazgo de la unión CDU/ CSU.
Decidió ubicar a los tortolitos junto a Edmund Stoiber, presidente de Baviera y líder de la CSU. Al día siguiente, las fotos en la prensa de Munich crearon problemas a Stoiber de cara a sus huestes más ultras.
Este pasado lunes, el socialdemócrata Peter Langner, ministro de Hacienda de la ciudad occidental de Duisburg, tuvo que disculparse públicamente por un comentario sobre Westerwelle: "Yo no querría un ministro de Relaciones Exteriores gay".
Westerwelle no ha sido nunca un activista de los derechos de los homosexuales, pero sí ha reconocido que su papel en la vida pública puede ser "alentador" para los jóvenes gays. "Sólo puedo decirles a todos los jóvenes homosexuales y lesbianas que no se desanimen si no todas las cosas resultan como quieren", dijo Westerwelle a la revista 'Siegessaeule', de Berlín.
En Europa no ha habido un Harvey Milk. Sí hemos visto cómo el 1 de febrero de 2009 se convertía en primer ministro de Islandia la lesbiana declarada Jóhanna Sigurðardóttir. En París, el alcalde Bertrand Delanoe no oculta su homosexualidad. Más desgraciado fue el final del político holandés Pym Fortuyn -abiertamente gay, al mismo tiempo que católico-, asesinado por un activista pro derechos de los animales durante la campaña electoral de 2002.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario